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miércoles, 30 de marzo de 2016

PORQUE NUNCA DEBERIA NADIE IR AL NOVUS ORDO MISAE DE PAULO VI




Probaremos esta sentencia al nivel general de los principios y al nivel de cada caso particular en la aplicación de esos principios.

Al nivel general de los principios es incontestable que la nueva misa es mala ya que es un fruto de la herejía modernista y termina finalmente en la herejía.

Al nivel de la aplicación de este principio a cada caso concreto, sabemos que no todo es blanco o negro o claro como lo son los principios. Antes de poder juzgar de si la asistencia a la misa nueva en un caso en particular es buena o mala se deben primero analizar 4 condiciones para poder juzgar su moralidad.

El cumplimiento de las 4 condiciones es lo que hace el acto moralmente bueno mientras se permite la tolerancia de los efectos malos que ese acto pueda ocasionar.

Condición 1.- Debe existir una necesidad inmediata para realizar tal acto.
Condición 2 -La intención de la persona que realiza el acto debe estar enfocada al buen efecto y no al mal efecto de tal acto.
Condición 3. El buen efecto del acto debe suceder primero en el tiempo y por lo menos simultáneamente al mal efecto.
Condición 4 . El buen efecto del acto debe ser proporcionalmente mayor al mal efecto.

Nota: las 4 condiciones se DEBEN cumplir para que el acto sea considerado moralmente BUENO. El incumplimiento de solo una condición hace el acto MALO y por lo tanto prohibido.
Ahora, si aplicamos esta regla moral a la asistencia, en cualquier caso particular, a la nueva misa, fácilmente veremos que las condiciones 1 y 4 no se cumplen.

La primera condición no se cumple ya que no se puede nunca alegar necesidad de asistir a la nueva misa ya que uno puede santificar el domingo en casa si no se tiene a la mano una misa católica (i.e. tridentina). Y la Sagrada Comunión podría recibirse en privado, fuera de la nueva misa, en caso de que estemos ciertos de la consagración de la hostia y de que alguien necesite la comunión.
La condición 4 tampoco se cumple ya que el rito de la nueva misa, no siendo rito católico (principio general), ella pone en peligro la fe el asistir a esta misa nueva. Objetivamente hablando es un pecado contra el primero y el segundo mandamiento asistir a ella. El fin no justifica los medios. Uno debe preferir morir antes que cometer pecado. No hay proporción entre el buen efecto y el mal efecto que se deriva de la asistencia a la nueva misa.

Por las mismas razones no es posible decir "hay algo bueno en la misa nueva", siendo esta mala tanto en general como en todo caso particular como acabamos de demostrar. En lugar de eso podría decirse "a pesar de la misa nueva, todavía podemos encontrar cosas buenas junto a ella".


Me sentí obligado a hablar en público acerca de este tema debido a la grave confusión que se ha creado recientemente y que había debilitado la firme e intransigente defensa de la fe a la que estamos obligados los pastores de almas. 
Por la defensa de la gloria, honor y santidad de Jesucristo nuestro Rey y Señor.

Con la bendición.
Padre Rafael OSB

viernes, 25 de marzo de 2016

GOTITA DE SANGRE (Meditaciones sobre la Pasión de Nuestro Señor)

GOTITA DE SANGRE



En mi país existe un pajarillo de una singular rareza, su tamaño es como el de un gorrión, de color  rojo oscuro semejante a una gota de sangre y su copete de color negro. Tiene un trino suave. Esta especie parece estar en extinción pues solamente he visto unos quince o veinte de ellos en mi vida. Cuando por primera vez lo vi, lo observé por un largo rato pensando: "Cuán grande es la sabiduría divina al crear estas insignificantes avecillas para mostrarnos que, por medio de ellas, podemos llegar al conocimiento de su existencia. Pero ¿por qué Dios N.S. le dio ese color y no otro? ¿Quieres saber por qué? Ármate de paciencia y lee en estas pocas páginas la razón de su color rojo oscuro y su copete negro.

     Era la última Pascua que Jesús pasaría con sus discípulos en Jerusalén. El jueves santo Jesús se trasladó de Betania a Jerusalén; por el camino sus discípulos le preguntaron dónde le gustaría que dispusieran lo necesario para la cena, Jesús les dio las instrucciones pertinentes y ellos se adelantaron para cumplirlas. Los últimos rayos del sol iluminaban  el cielo azul de aquella región dándole un color rojizo, varias parvadas de pájaros surcaban el cielo buscando refugio pues la noche se acercaba. Una de esas bandadas cruzó el camino por donde iba Jesús con sus discípulos; a uno de ellos, de color café oscuro se le conmovió el corazón de compasión al mirar a Jesús tranquilo, sereno, pero con una profunda tristeza. Detuvo su vuelo posándose en uno de los tantos arbustos que rodeaban el camino; uno de sus compañeros, al ver cómo se separaba de ellos, lo siguió hasta donde estaba.

--- ¿Por qué te has apartado de nosotros? Pronto caerá la noche, el contestó:
--- He detenido mi vuelo porque ese hombre de blanco llamó poderosamente mi atención.
---  No sé qué miras en él; además, de ellos debemos cuidarnos, como lo sabes.
--- Lo sé; pero Él es muy diferente a todos, es incapaz de hacernos daño o desearnos mal alguno.
--- ¿Por qué estás tan seguro?
--- Su rostro sereno y apacible refleja una gran bondad; sin embargo percibo en él un gran dolor y una profunda tristeza que oprime su bondadosísimo corazón; quisiera saber la causa y no pienso dejarlo solo.

--- Bueno haz como quieras. Y sin reflexionar en todo cuanto le dijo su compañero emprendió el vuelo. En ese momento Jesús pasó cerca de él, le miró y agradeció su gesto de compasión; él se estremeció profundamente  ante su dulce y serena mirada. Desde ese momento quedó más íntimamente unido a Él, le siguió; pero lo perdió de vista cuando entró al cenáculo con sus discípulos. Volando de un lado a otro, con suma inquietud le buscaba hasta que por fin lo vio en la primera planta de la casa; se acercó a una de las ventanas del cenáculo y pacientemente esperó.

La disposición del cenáculo era al estilo romano, es decir, en el centro estaba una mesa baja y en tres de sus lados unos lechos a modo de divanes casi al ras del suelo quedando un lado vacío para el servicio. La voz de Jesús llegaba claramente a los oídos del pájaro; con sus ojitos muy abiertos seguía cada uno de sus movimientos. Veía cómo, conforme pasaban los minutos, la aflicción poco a poco anegaba cada vez más su santísimo corazón sumergiéndolo en un mar sin fondo de amargura. Con palabras y gestos buscaba quien entre sus discípulos lo consolara pero ellos también estaban tristes y soñolientos; esta incomprensión aumentaba su amargura. La pobre avecilla nada podía hacer para consolarlo, con todo se decía a si mismo:
 ----Quisiera ser uno de ellos para derramar, en su afligido corazón, algunas palabras alentadoras.

Presenció el lavatorio de los pies, la traición de Judas, la institución de la Santa Eucaristía y las sentidísimas palabras de su último sermón. Después se dirigió al Huerto de los Olivos. Salieron de la ciudad y bajaron por el valle hondo y sombrío; en lo más profundo de él pasaba un arroyo llamado Torrente Cedrón. Del otro lado de este arroyo, en la falda del monte de los olivos, se hallaba el huerto de Getsemaní o Huerto de los Olivos a donde Jesús solía ir  con mucha frecuencia por ser un lugar solitario y apartado. Una vez ahí dejó a sus discípulos y se retiro a orar. El pájaro buscó un lugar cercano para mirar todo. Desde ese allí vio cómo se apoderó de Jesús un gran temor, un gran desaliento y una inmensa tristeza. Tanto el temor como el desaliento y la tristeza oprimían su corazón causándole una congoja mortal. El pájaro, muy preocupado y sumamente consternado, veía cómo sufría sin poder mitigar un poco su dolor.

Jesús se arrodilló en el suelo desnudo orando unos instantes. Luego se levanto y fue hacia sus discípulos a quienes hallo dormidos. Volvió al mismo sitio orando de nuevo, por segunda vez interrumpió su oración y se dirigió de nuevo a sus discípulos encontrándolos dormidos con sentidas palabras, les reprochó su actitud:
---- Pedro ¿No pudiste velar una hora conmigo? Velad y orad para que no entréis en tentación, porque el espíritu está pronto pero la carne es flaca.
Después retornó al lugar, elevando por tercera vez su plegaria, más larga y fervorosa que las anteriores. Fue tan intensa que, por los poros de su santísimo cuerpo, sudó sangre que corría hasta el suelo mojándolo con ella. Los ojitos del pequeño pájaro se llenaron de lágrimas y su corazoncito se estremeció al mirar la sangre de Jesús y con voz entrecortada preguntó:
---- Señor ¿cuáles son las causas de semejante dolor?
Jesús, con una gran mansedumbre, contestó:

---- ¡Oh, pequeña y compasiva criatura! Son muchas las causas de mi inmenso dolor; pero te diré algunas: es tan grande mi amor por mi Padre Eterno que mi gran deseo es que también los hombres lo amen. Mas, por desgracia, son muy pocos los que lo aman y muchos los que lo odian y le ofenden. ¡Si se dieran cuenta de su gran bondad y paternidad ciertamente no le ofenderían tanto y le amarían mucho! Pero no se dan cuenta y por eso siento un entrañable dolor al verlo relegado, olvidado e incluso ofendido. Mi Padre y Yo creamos al hombre a nuestra imagen y semejanza y él, como agradecimiento, se enemistó con nosotros y eso me duele mucho porque no sabe el gran mal que a sí mismo se ha hecho al no tener, para siempre, mi gloriosa visita y compañía. No soporté verle enemistado y condenado para siempre y, compadeciéndome de su infortunio, tomé sobre Mí todos sus pecados para satisfacer  la Justicia de mi Padre y pagar la deuda que él hombre había contraído y, no sólo salí fiador de los pecados ajenos, sino que los he tomado como propios. Mi congoja crece aún más al ver su ingratitud y su pésima correspondencia a mi amor; pero no todos serán ingratos algunos para conseguir el fruto de la redención, sufrirán mucho pues veo sus tentaciones, luchas, ayunos, vigilias, penitencias, cansancios, trabajos, persecuciones, deshonras, dolores y martirios. Todo lo siento como mío. Ahora entiendes parte de mi tristeza, pavor.

--- Sí, amado Señor mío.
El Padre Eterno escuchó, con solicitud paternal, la suplica de su amado Hijo y, si bien no apartó el cáliz de dolor, sí le consoló enviándole un Ángel quien lo reconfortó y lo animó. Al terminar su oración se retiró del huerto.

El pajarito bajó al lugar donde Jesús derramó su preciocísima sangre; inclinó su cabecita en señal de adoración y, con su pico, revolvió esa tierra impregnada de sangre. Sus ojitos estaban cargados de sueño y cansado, dobló sus patitas quedándose dormido en ese bendito lugar donde se realizó la segunda efusión de sangre del Salvador. Al amanecer emprendió el vuelo en busca de Jesús. Se dirigió a la casa de Caifás, pero no estaba ahí; fue al templo y no lo encontró; cansado y triste preguntó a uno de sus compañeros:

--- ¿No has visto a un hombre de tés trigueña vestido con una túnica blanca?
---- He visto muchos hombres gritando como locos en la casa del procurador y nunca he tenido tanto miedo como el de esta mañana. Presiento que algo muy grave va a suceder: ¡No pensarás ir a ese lugar! Bien sabes que en todo momento debemos temer al hombre porque, sin Dios, es malo y perverso, siempre nos espía para matarnos o nos pone trampas para atraparnos y vendernos. Y en este día los veo como endemoniados.

--- No me interesa eso; quiero encontrar a Jesús de quien me consta que es bueno e inocente. Además, es mi Dios y creador.
- ¿Y cómo lo sabes?
- Ayer por la noche, mientras oraba allá en el huerto de los olivos, escuché que lo llamaba "Padre mío" a Dios con una confianza filial poco común entre los hombres cuando se dirigen a Dios y vi cómo un ángel bajó del cielo para consolarlo. Ahí supe que Él es el Hijo de Dios.
Su compañero movió la cabecita como dudando de la veracidad de sus palabras.
- Por lo visto no me crees.
--La mera verdad no, quizá no pasaste muy bien la noche; por qué no descansas un poco.
- No me importa que no me creas; gracias por tu información.

Se dirigió sin demora al palacio de Poncio Pilato. La gente, reunida en el palacio, vociferaba pidiendo la muerte de Jesús, mas a Él no se le veía entre ellos.
Las carcajadas y el alboroto provenientes del interior del palacio le facilitaron la búsqueda. Voló al lugar de donde procedía tal alboroto, se puso en un rincón seguro por temor a esa chusma que, tan entretenida en su maldad, no notaron su presencia. Miró unos instantes a Jesús y con gran indignación exclamó:

- ¡Pobre, Jesús mío, cómo se han atrevido a poner sus malvadas manos sobre ti, despojándote de tus vestiduras y exponiendo tu purísimo cuerpo a las burlas y sarcasmos de esta plebe infame, salvaje y endemoniada!

Una vez despojado de sus vestiduras lo ataron, con violencia inaudita, a una columna con la intención de flagelarlo según la orden del procurador.
La flagelación era uno de los crueles suplicios usados por los romanos. Los instrumentos utilizados para tan cruel suplicio eran varios: el Flagelum o látigo que se componía de tres correas de cuero sujetas a un palo corto; las Virgas que eran varas flexibles de cualquier árbol; los Fustes o simples correas de cuero y, finalmente, el Flagrum o látigo de correas guarnecidas de bolitas de plomo, de huesecillos o de puntas de hierro llamadas escorpiones. De todos, este último era el más inhumano pues penetraba en el cuerpo de la víctima desgarrándolo.

Amarrado a la columna esperó pacientemente a sus despiadados verdugos quienes no tardaron en presentarse llevando en sus manos los instrumentos antes mencionados. El pobre e impotente pajarillo sintió que un escalofrío recorría su pequeño cuerpo al pensar en el daño que le causarían a Jesús los verdugos, exclamó:

--- ¡Por caridad, no lo hagan! ¿No les basta con quitarle sus vestiduras? ¿por qué quieren flagelarlo? ¿qué mal les ha hecho para que le paguen con este denigrante castigo?
Nadie lo escuchó. Los verdugos iniciaron su ingrato trabajo golpeando el purísimo cuerpo de Jesús con tal precisión que no golpearon dos veces en el mismo lugar dejando muy amoratado su santísimo cuerpo, luego emplearon el Flagelum magullando su purísima humanidad, finalmente desgarraron su cuerpo con el Flagrum. La sangre corrió hasta el suelo empapándolo completamente.
La plebe, que lo rodeaba, al ver la sangre de Jesús pedía a los verdugos prolongaran más tiempo el castigo.

Todo lo soportó Jesús sin la más leve queja o gesto de dolor y sin pedir clemencia a sus verdugos quienes, asombrados por el silencio de la víctima inmaculada, se alejaron del lugar sin proferir palabra. El pájaro, desconcertado ante la actitud callada y sufrida del divino maestro y la ferocidad de los verdugos, dijo:
--- Si mi Jesús no les pide clemencia yo sí se las imploro ¡Oh, hombres, tengan compasión de Él! Miren cómo lo han dejado, bien veo que no hay parte de su cuerpo donde no lo hayan dejado signos de tormento. ¡Oh, mi buen Jesús, eres todo una llaga viviente!  ¡Oh, mi Señor, cómo desearía ser hombre para padecer algo por ti! ¡Oh, Ángeles, vengan en auxilio de nuestro Dios y Señor!

Una voz serena y apacible se escucho en su interior:
--- ¡Oh, compasiva criatura hechura de mis manos, agradezco mucho tus palabras pero es necesario que padezca estos tormentos porque así lo pide la Justicia Divina, así lo pide el pecado que cometió el primer hombre prefiriendo a la criatura que a su Dios; a la vez quiero demostrarle cuánto lo amo mediante esta flagelación dolorosa y atroz!

Estas palabras la consolaron. Mientras tanto la plebe, con renovada saña, seguía torturando a Jesús. Ella no soportando por más tiempo tan inhumano suplicio con sus alas se tapó sus ojitos. Luego se llevaron a Jesús quedando solo el lugar. El pajarito voló hasta la columna y de ahí hasta el piso:
--- ¡Cuánta sangre hay en el suelo y cuántos pedacitos de carne mezclados en ella! Los reuniré en un lugar seguro.

Con su pico y patitas reunió los pedacitos de carne sin percatarse de que su plumaje se estaba tiñendo de rojo. Una vez terminado su trabajo, no reparando en su cansancio, se fue directo al Calvario: allá sin duda lo encontraría. Cuando llegó le estaban clavando la mano izquierda a la cruz. Un enorme clavo atravesó su mano produciéndole un dolor indescriptible. Brotó abundante sangre de ella. Como su mano derecha no llegaba al hoyo, con una cuerda, se la ataron y tiraron sin miramiento de ninguna índole descoyuntando el brazo hasta que llegó al orificio y otro clavo la atravesó.  otro tercer clavo perforó sus pies. Todo lo sufrió en silencio, sin recriminación alguna y sin maldecir a sus verdugos. Para humillarlo más lo pusieron en medio de dos ladrones. El pájaro, ante espectáculo sin igual en la historia de la humanidad, no se quedó quieto como en las anteriores ocasiones. Llevado por el noble deseo de aligerar en algo los sufrimientos del Salvador, voló hasta el vértice de la cruz,  miro detenidamente a Jesús y, con voz triste dijo:

--- ¿Con esta muerte tan ignominiosa pagan todo lo que has hecho por ellos? ¿Qué forma tan extraña y nueva utilizan los hombres para agradecer? ¡Oh, mi amado Jesús, siento una profunda indignación contra estos hombres tan ingratos!

--- Avecilla querida, aleja tal indignación, son ciegos y no saben lo que hacen. Mi corazón compasivo ya ha rogado por ellos ante mi Padre Eterno para que les perdone este gran pecado. A este tormento atroz me refería cuando te lo mencione allá donde me flagelaron. Si me apoyo en mis pies traspasados para mitigar un poco los dolores de mis manos siento un indescriptible dolor en ellos y si levanto mi cuerpo apoyándolo en mis manos éstas se me desgarran renovándose centuplicadamente los dolores en todo mi cuerpo; por más que los hombres se los imaginen nunca tendrán una idea acabada de estos terribles sufrimientos. He derramado casi toda mi sangre y una sed espantosa me devora. ¡Oh, criatura mía, a pesar de encontrarme inmerso en este piélago de grandes sufrimientos quisiera padecerlos aún más intensos para salvar al mayor número de almas para que no vayan a parar a aquel lugar de tormentos eternos llamado infierno.

--- Señor mío, con todo permítame aligerar en algo la pesada carga que injustamente soporta. Sin esperar respuesta, voló a la mano derecha tratando de sacar con su pico el clavo mientras la sangre de Jesús caía sobre su plumaje. Cansado y desalentado voló a la otra mano, pero tampoco logró extraer el clavo y su cuerpo se empapó de sangre. Finalmente, cansado, se paró cerca de su santísima cabeza. Un escalofrío recorrió su cuerpo al ver cómo la corona de espinas se hundía en ella. Dejando a un lado su cansancio se dio a la tarea de sacar algunas espinas, buscó y encontró una manera fácil de extraerlas sin causarle dolor alguno; tironeó de una y la tiró lejos. retornó al Calvario para reanudar su tarea; pero Jesús levantando la cabeza pronunció aquellas memorables palabras:
--- "Todo está consumado; Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" E inclinando la cabeza expiró.

La naturaleza entera se estremeció manifestando dolor y luto por la muerte de su creador. Ante aquel fenómeno natural el pajarillo quiso volar y esconderse pero luego pensó que no encontraría mejor lugar sino en la cruz de Jesús y se quedo ahí. Cansado y triste por la muerte de su Señor se durmió. El ruido de unos caballos lo despertó: eran los soldados que, cumpliendo órdenes del procurador, venían a dar muerte a los ajusticiados y a quitarlos de ahí antes de que anocheciera. Muy a su pesar se retiró de su amado refugio. Los soldados cumplieron con su ingrato oficio sin muestras de compasión alguna. Rompieron las piernas del primero, quien lanzo ayes de dolor; luego lo hicieron con el buen ladrón, quien suspiró profundamente y expiró. Uno de ellos miró atentamente a Jesús y, al comprobar que estaba ya muerto, con su lanza  asestó un golpe fuerte y seco al costado derecho del pecho del Salvador.

--- Pobre Señor, se decía el pajarillo, aun después de muerto lo siguen ultrajando. Mas ¿para quién es esta afrenta dolorosa? No ciertamente para Él, pues ya está muerto; sino para su santísima Madre. ¡Oh miserable hombre traspasaste dos corazones intrínsecamente unidos, el del Hijo y el de la Madre; agregaste a los dolores de su Madre otro dolor no menor a los que padeció durante la pasión de su Hijo sintiendo ese golpe hasta la última fibra de su maternal corazón. ¡No sufrió el Hijo, pero esta fue la gota que derramó el cáliz de amargura de la madre! ¡Oh, María, perdónelos como su Hijo los perdonó antes de morir pues no saben lo que hacen!
Estas y otras reflexiones inundaban el corazón de la avecilla, cuando vio cómo tres hombres, con suma delicadeza, bajaban el cuerpo de Jesús de la cruz depositándolo en el regazo de su madre anegada en lágrimas, quien a pesar de su inmenso dolor, no perdía su compostura y dignidad; su rostro reflejaba una paz y tranquilidad en medio de ese mar de amargura en el que se encontraba inmersa. Las disposiciones de su bendita alma no pasaron inadvertidas por la avecilla y no aguantando se acercó a ella y con sus trinos lastimeros, a su modo, le daba su más sentido pésame por la muerte de su amadísimo Hijo. La Virgen santísima le dijo:

¡Oh, avecilla del campo, mira cómo han dejado a mi Jesús! Este es aquel niño que en mi seno virginal concebí, tiernamente alimenté y otras tantas lo recliné en mi pecho. Ahora mira cómo han dejado su santísimo cuerpo desgarrado por los azotes, amoratado por los golpes, agujereados sus pies y manos por los clavos y esa corona cómo hundió sus espinas en su cabeza.

Calla la madre adolorida inclinando su bello y sereno rostro sobre el cuerpo exánime de su Hijo. La avecilla reanuda su lúgubre trino como diciendo: ¿Qué lengua podrá describir o qué entendimiento podrá comprender la profundidad de su dolor? Porque si bien su Hijo padeció para satisfacer a la justicia divina y por compasión al hombre, también lo hizo por su santísima madre y compasión mayor tuvo por el hombre al dejársela como madre. 

La santísima Virgen María tocó la cabecita de la avecilla en señal de profunda gratitud dándole permiso para retirarse del lugar. Ella voló inmediatamente a una de las tantas fuentes con el fin de quitarse la sangre que tenía del Salvador, se zambulló por unos minutos, pero grande fue su sorpresa al comprobar que todo su plumaje hasta la cabecita, excluyendo el copete, se tiñó de rojo oscuro semejando una gotita de sangre y su copetito quedó de color negro.
Ahora sabes por qué la avecilla es de color rojo oscuro. Cuando alguna vez la veas acuérdate de la pasión de nuestro Señor  y dale gracias a Él por la misericordia que manifestó al dar su vida por nosotros.
                                               
FIN DEL CUENTO GOTITA DE SANGRE.
( A. M. D. G.)





jueves, 24 de marzo de 2016

JESUCRISTO AL ENCUENTRO DE SUS CAPTORES



“Dos cosas me han conmovido sumamente. La primera es la disposición con que sale Jesucristo al encuentro de los que le buscaban, con la misma firmeza, el mismo valor, el mismo porte exterior que si su alma hubiese estado en perfecta calma.

   Su Corazón está anegado en una horrible amargura. He aquí un milagro que sólo el Espíritu de Dios es capaz de obrar en un corazón: el de concertar la guerra y la paz, la turbación y la calma, la desolación y el fervor”.

 San Claudio La Colombiere


                                                                                                      

SENTIMIENTOS DE JESUCRISTO AL LAVAR LOS PIES DE LOS APÓSTOLES





Un llamamiento al amor
Sor Josefa Menéndez

Jesús se le aparece y le dice:
“Josefa, Esposa y víctima de mi Corazón, vamos a hablar de mi Pasión.
“… ahora Josefa, voy a empezar por descubrirte los sentimientos que embargaban mi Corazón cuando lavé los pies de mis Apóstoles.
   “Fíjate bien que reuní a los doce. No quise excluir a ninguno. Allí se encontraba Juan, el discípulo amado, y Judas el que, dentro de poco, había de entregarme a mis enemigos.
   “Te diré por qué quise reunirlos a todos y por qué empecé por lavarles los pies.
  “Los reuní a todos, porque era el momento en que mi Iglesia iba a presentarse en el mundo y pronto no habría más que un solo Pastor para todas las ovejas.
   “Quería también enseñar a las almas que aun cuando estén cargadas de los pecados más atroces, no las excluyo de las gracias, ni las separo de mis almas más amadas; es decir, que a unas y a otras, las reúno en mi Corazón y les doy las gracias que necesitan.
   “¡Qué congoja sentí en aquel momento, sabiendo que en el infortunado Judas estaban representadas tantas almas, que reunidas a mis pies y lavadas muchas veces con mi Sangre, habían de perderse…!
   “¡Sí, en aquel momento quise enseñar a los pecadores que, no porque estén en pecado deben alejarse de Mí, pensando que ya no tienen remedio y que nunca serán amados como antes de pecar. No, ¡pobres almas! No son estos los sentimientos de un Dios que ha derramado toda su Sangre por vosotras…
   “¡Venid a Mí todos! Y no temáis, porque os amo; lavaré vuestros pecados en el agua de mi misericordia y nada será capaz de arrancar de mi Corazón el amor que os tengo…

   “Josefa, déjate penetrar del más ardiente deseo de que todas las almas, y sobre todo los pecadores, vengan a purificarse en el agua de la penitencia… que se penetren de sentimientos de confianza y no de temor, porque soy Dios de misericordia y siempre estoy dispuesto a recibirlas en mi Corazón”.

Aquí termina la primera expansión del Maestro acerca de su Sagrada Pasión. Josefa ha estado escribiendo rápido durante veinte minutos. El Señor no le dicta en el sentido estricto de esta palabra. Habla “con mucho ardor”, según expresión de Sor Josefa, tanto que parece desahogar su Corazón y dilatarse en la intimidad de la confidencia; y ella recoge al vuelo sus ardorosas palabras, y las transcribe, sin esperar a que acabe, aprovechándose de algunas pausas que hace de vez en cuando el Señor. Con tiernas palabras se despide de ella y desaparece. Sin volverlo a leer, entrega el cuaderno a sus Superioras, que están siempre presentes. Luego, como si nada hubiera pasado, vuelve al taller y reanuda su trabajo. Al exterior, nada se transparenta pero en el fondo del alma, el recuerdo de aquella dolorosa confidencia, la absorbe y la domina sin cesar. 

martes, 22 de marzo de 2016

LAS VIRTUDES DEL SEÑOR SAN JOSÉ








   La dignidad de San José fue acompañada de toda la gracia conveniente, porque si Dios ha hecho bien todas las cosas, y todas las obras que han salido de sus manos han sido en gran manera buenas, claro está que San José, que después de María es la obra más perfecta de la creación, fue bien provisto de todos los dones que requería en su vocación. San José, por tanto, escogido dese toda la eternidad para esposo de María y padre de Jesús, debió recibir toda la gracia conveniente a su elección.

   La santa Iglesia no sólo admite la superioridad de la divina gracia en San José sobre todos los santos, sino que haciendo igualmente suyos los pensamientos de San Bernardino de Siena admite también que correspondió fidelísimamente a dichas gracias hasta el punto de ser él de quien dijo el Señor: Entra en el gozo de tu Señor, porque cumpliste fidelísimamente tu oficio. Por consiguiente, vemos en San José todas las virtudes que debía tener  el dignísimo esposo de María y el padre de Jesús, vemos esas virtudes adquiridas en el grado más heroico, vemos una santidad que sobrepuja a toda otra santidad, vemos un progresar continuo en la virtud y vemos aun el mayor grado de perfección posible, ya que, después de haber recibido el mayor número de gracias debidas a su vocación, de su parte correspondió fidelísimamente a ellas.  

   No sólo hay en San José la gran virtud de nunca haber cometido una falta, sino, lo que es más, hay en su corazón la soberana y única virtud, de haber ido siempre adelante. Su fe fue, por tanto, superior a la de Abraham, que mereció ser llamado el padre de los creyentes, su esperanza superó a la de Isaac, su caridad fue mayor que la de Jacob, su mansedumbre dejó muy atrás a la de Moisés, su fortaleza venció a la de Gedeón, fue más devoto que David en sus Salmos, más sabio que Salomón en sus Cantares, más casto que José de Egipto, y superó en un todo del modo más extraordinario a los santos más ilustres. San José tenía todas las virtudes. Por consiguiente, su fe en el Mesías prometido fue tan superior a toda otra fe cuanto que le fue dado ver y tocar al objeto de su fe, creyendo Dios al que exteriormente solo era hombre; su esperanza fue más firme y más viva que la de Simeón, pues esperaba salvar a Jesús contra todo poder diabólico coligado con el poderoso Herodes; su caridad fue tanto más ardiente y heroica cuanto que le fueron entregados la divina oveja María y Jesucristo, cordero de Dios que quita los pecados del mundo. San José fue prudentísimo pues, como afirma San Jerónimo, todo lo hizo bien, sujetándose en un todo a la divina voluntad; fue fortísimo en medio de las adversidades y tormentos, sufriendo infinito por el Dios niño y su Madre; su templanza la poseyó en el más alto grado, como privilegiado justo, que vivía especialmente de la fe. Siendo esto así, ¿qué alabanzas no deberemos tributar a José? Si alabamos y engrandecemos a Noé por haber hablado una vez con Dios; a Abraham, porque salió de la Mesopotamia y habló con Dios representado por un ángel; a Jacob, por haber visto la misteriosa escala por la que subían y bajaban los ángeles; a Moisés, porque conversaba con Dios como con un amigo; a Samuel, porque fue fiel a la voz que lo llamara por tres veces en una misma noche y a Marta y María, porque hospedaron a Jesús, ¿qué alabanza, qué engrandecimiento daremos a José que conversaba con Dios no como un amigo con otro amigo, sino como un padre con su hijo y practicaba las virtudes del modo más perfecto?

   Para que todos nos animemos a imitar las virtudes de San José, queremos en pocas palabras hacer resaltar su humildad y prudencia, su justicia, su misericordia y su obediencia, en un hecho que nos relata el sagrado Evangelio. José halla a María que ha concebido por obra del Espíritu Santo, no quiere dar cuenta de este hecho como justo que es y, antes bien, quiere separarse ocultamente; mas estando en esos pensamientos, el ángel le dice que no tema, que reciba a su esposa y que reciba a su hijo, imponiéndole el nombre de Jesús. Este hecho resplandece en la vida de José como ejemplo admirable de humildad, prudencia, justicia, misericordia y obediencia. De humildad, pues José hizo, siendo llamado a la divina paternidad, un acto el más semejante a la virtud de María en la misma circunstancia; y si María se declara esclava del Señor, José, como esclavo, huye también de la honra; de prudencia, pues todos los autores se la conceden en este acto, y no una prudencia común, sino una prudencia del todo divina; de justicia, pues era el acto más justo al declinar las glorias de la paternidad de Dios, pues entre él y Dios, no obstante sus gracias, había siempre una distancia infinita; de misericordia, pues pensando José el negocio con la madurez que reclamaba, el ángel le indicó la voluntad del Altísimo, llevándose a cabo de esa manera el misterio de la salvación de los hombres y, sobre todo, resplandece en este hecho la obediencia de José, haciendo inmediatamente lo que el ángel le indicara de parte de Dios.

   No olvidemos que estas cinco virtudes nos son tanto más necesarias, cuanto que por ventura nos hallamos despojados de ellas; necesitamos ser humildes, porque el Señor sólo le comunica a los que poseen la humildad de corazón; necesitamos ser prudentes, porque así como la prudencia de la carne nos pierde, así la prudencia divina nos salvará; necesitamos la justicia para ser perfectos, pues todo pecado y aun toda imperfección entrañan siempre un acto injusto de nuestra parte; necesitamos la misericordia, no sólo para con nuestros semejantes sino, lo que es más, para nosotros mismos; y necesitamos, en suma, de la obediencia, que podemos decir que por antonomasia es la virtud de San José, así como por desgracia nos hacemos con frecuencia reos de grandes desobediencias contra la ley de Dios. Démonos a José, pidiéndole afectuosamente cada una de las virtudes que acabamos de indicar.

   Las Glorias de San José
   R.P. José María Vilaseca

lunes, 21 de marzo de 2016

HORARIOS DE SEMANA SANTA EN EL MONASTERIO SAN JOSE BOYACÁ COLOMBIA





Jueves santo

2:00 pm conferencia.
4:00 pm confesiones.
5:00 pm Santa Misa de la institucion de la Eucaristia y del sacerdocio y lavatorio de pies. Denudacion de los altares.
7 :00 pm Adoracion del Santisimo Sacramento en reparacion por su agonia en el huerto.

Viernes santo
1:00 pm  Santo Viacrucis desde Santa Sofia (estacion No. 1)
3:00 pm  Ceremonia Conmemorativa de la Pasion y muerte de Nuestro Senor Jesucristo
5:00 pm Sermon de las 7 palabras
7:00 pm Condolencias a la bienaventurada siempre Virgen Maria

Sabado santo
5:00 pm  Conferencia
7:00 pm Confesiones
10:30 pm Vigilia Pascual. Bendicion del fuego.
12:00 am (media noche)  Misa Pascual
Domingo de Resurreccion
10:00 am Santo Sacrificio de la Misa
12:00 am  Convivio con almuerzo por la Pascua.


Nota. Se les recuerda que es ayuno y abstinencia como lo manda la Santa Madre Iglesia para el Viernes Santo.

sábado, 19 de marzo de 2016

ORACION A SAN JOSÉ




   Aquí me tenéis Patrono universal de la Iglesia de Jesucristo; aquí me tenéis confiado, sí, en la bondad infinita de mi Redentor Jesús y en la piedad de mi cariñosa madre María, pero sumamente desconfiado de mí mismo. ¡Ay! ¿Qué confianza puedo tener? ¿Qué sólida esperanza de salvación puede abrigar el mísero pecador que, como yo, no tiene caridad ardiente, ni fe viva, ni paciencia, ni compasión hacia su prójimo? A vos pues, acudo en demanda de la risueña virtud de la esperanza. De vos, que la sorprendisteis en la divina sonrisa de Jesús, complacido de vuestra abrazada caridad y de vuestra fe inquebrantable, espero conseguirla, pero tan firme y profunda, que todos los esfuerzos de Satanás sean insuficientes para arrancarla de mi corazón. Conseguidme para esto un amor intensísimo a mi adorable Redentor y una fe sin límites en su infinita misericordia, y mi esperanza será entonces firme y segura, porque no solamente se fundará en la bondad del Corazón de Jesús, sino también en mis buenas obras, a imitación vuestra. En vos, glorioso Patriarca confío y espero. No consintáis que me falte nunca y, sobre todo, en la hora de la muerte, la salvadora, la bendita y consoladora esperanza.  
                                                                                                                San Alfonso María de Ligorio
                                                                                                               (Del libro Visitas al Santísimo Sacramento)

       

viernes, 18 de marzo de 2016

Nuestra Señora de los Dolores: ¡Ocho espadas!



Refiere el P. Reviglione, de la Compañía de Jesús, que un joven tenía la piadosa costumbre de visitar todos los días una imagen de Nuestra Señora de los Dolores, que tenía siete espadas en el pecho. Una noche tuvo la desgracia de caer en pecado mortal; al ir al día siguiente por la mañana a visitar la imagen de María, advirtió que la Virgen en lugar de siete, tenía ocho espadas que le atravesaban el corazón. Mientras absorto contemplaba este prodigio, oyó una voz que le dijo que su pecado era la octava que hería el Corazón de María. Contrito y compungido fue luego a confesarse, y por intercesión de su abogada recobró la gracia y amistad de Dios.

   Oración para pedir a María el dolor de los pecados

   ¡Oh Madre mía benditísima!, yo he atravesado tu corazón, no con una sola espada, sino con tantas espadas cuantos han sido mis pecados. ¡Oh gran Señora!, sobre mí, que soy reo de tantos delitos, y no sobre ti, que eres inocente, deben caer toda suerte de penas. Más ya que has querido padecer tanto por mí, impétrame por tus méritos gran dolor de mis pecados y la paciencia necesaria para sobrellevar los trabajos de esta vida, que siempre serán ligeros comparados con el peso de mis iniquidades, las cuales tantas veces me han hecho reo del infierno.Amén
                                                                                                                                                 
Las Glorias de María

San Alfonso María de Ligorio

miércoles, 16 de marzo de 2016

LOS SUFRIMIENTOS DE JESUCRISTO EN SU PASIÓN




 El Interior de Jesús y de María

  No sin razón llamó anticipadamente Isaías a Jesucristoel varón de dolores.Si fueron extremos sus padecimientos exteriores, los superaron en mucho los interiores. Desde la planta de los pies hasta la coronilla de la cabeza ninguna parte de su cuerpo quedó ilesa. Ya en el huerto de los olivos, aquel sudor de sangre tan extraordinario no pudo ser producido sino por las más violentas y raras convulsiones. Su cabeza fue coronada de espinas que los soldados hundieron en ella con golpes redoblados; su rostro fue lastimado de bofetadas; su cuerpo desgarrado, y derramada su sangre en la flagelación. Se le renovaron las llagas cuando se le arrancó la túnica, ya para cubrirle con un mal trozo de escarlata, ya para crucificarlo. ¡Cuánto no tuvo que sufrir llevando su cruz por las calles de Jerusalén, hasta la montaña del Calvario! ¡Qué dolores tan agudos cuando le taladraron con gruesos garfios las manos y los pies! ¡Cuán terribles sacudimientos, qué desconcierto y estirón en todos sus nervios cuando se levantó la cruz y se la puso de pie en tierra! Sus tormentos llegaron a su colmo, durante las tres horas que estuvo colgando en la más violenta posición en que pueda hallarse un hombre. Todos sus sufrimientos se sucedieron sin interrupción, y siempre en aumento por el espacio de quince o dieciocho horas. Hasta su lengua y su paladar tuvieron su particular tormento, cuando se le dio a beber vinagre y vino mezclado con hiel.

  He hablado de sus martirios interiores, al tratar de su agonía. Nos es imposible formarnos idea de ellos. Todo lo que podemos decir y que lo abraza todo, es que eran tan grandes, que solo un Hombre Dios era capaz de soportarlos.

  Sufrió sin consuelo divino ni humano, privado de todo recurso, de todo sostén en sí mismo. Sufrió, creyéndose digno de sufrir aún más, y deseándolo por amor a su Padre y a nosotros. Sufrió sin querer que se le tuviese lástima, ni se diese la menor señal de compasión.Hijas de Jerusalén,dijo a las mujeres que le seguían caminando hacia el Calvario,no lloréis sobre mí, llorad sobre vosotras mismas y sobre vuestros hijos.Más le ocupaban,  más le conmovían los males que debían desplomarse sobre aquella culpable ciudad, que los suyos propios. Sufrió con una paz, con una serenidad de alma maravillosa, saboreando, por decirlo así, sus tormentos, y no dejando pasar ninguno sin sentirlo con toda su fuerza.

  Vayamos ahora a la otra parte de la cruz de Jesucristo, quiero decir, a sus humillaciones, que fueron, si cabe, superiores a sus sufrimientos, y más amadas de su corazón. Ya lo es una muy grande el verse abandonado de todos sus discípulos, vendido por uno, negado por otro, como si Él les hubiese engañado con sus imposturas, haciéndose indigno de que le confesasen por su maestro. Sus enemigos supieron sin duda valerse de este general abandono, echándole en cara que nadie tenía a su favor. Todo el mundo sabe los oprobios que sufrió en los tres tribunales, y nadie seguramente acusará a los evangelistas de haberlos referido con exageración. En la primera palabra con que en casa de Anás contestó a las preguntas de aquel pontífice, uno de los criados de este le dio un bofetón, diciéndole:¿Así respondes al pontífice?No bien hubo declarado que era el Hijo de Dios, cuando se le llamó blasfemo, se le escupió a la cara, se le dieron puñetazos y bofetadas, añadiendo:Cristo, profetiza quién es el que te ha herido?Herodes aturdido de su silencio, le trata con el último desprecio junto con toda su corte, le hace el blanco de sus burlas, y le vuelve a enviar vestido de blanco como un insensato. En casa de Pilatos el pueblo le pospone a Barrabás, bandido culpable de sedición y de homicidio. Es condenado a los azotes, que era castigo propio de un esclavo. Y después sirvió de diversión a toda una cohorte de soldados romanos, los cuales habiéndole despojado de su túnica, le cubrieron con un manto de púrpura, le pusieron en la cabeza una corona de espinas y en la mano una caña por cetro. Y doblando después por befa la rodilla delante de Él, le decían:Salve rey de los judíos,y escupiéndole y tomándole de su caña, le golpeaban con ella la cabeza.  En este aparato de rey de farsa, en que debía causar tanto horror como lástima, Pilatos lo presentó a los judíos, creyendo mover su compasión; mas estos gritaron, mezclando todos los insultos que pueden imaginarse.Que sea crucificado.En vano sería querer expresar las risotadas, los alaridos, las imprecaciones que sobre Él descargaron al pasar de un tribunal a otro, y dirigiéndose al Calvario. No, nunca sufrió un verdadero reo tan horroroso trato. Fue crucificado entre dos ladrones, como si fuese más malvado que ellos. Los que pasaban le insultaban, mezclando a las palabras señales de mofa. Los príncipes, los sacerdotes, los escribas y los ancianos le echaban en cara sus milagros con irrisión.

  Recordemos ahora toda nuestra fe, la cual nos enseña que el hombre a quien así se trata es el Hijo de Dios; que todas estas ignominias le estaban reservadas en los consejos del Eterno; que las aceptó y sufrió con alegría para glorificar a su Padre, para expiar nuestro orgullo y todos los pecados que este nos ha hecho cometer. Ella nos enseña que Jesucristo es nuestro modelo aquí tanto más que en otras partes; que a ejemplo suyo para aterrar este miserable orgullo, nuestro primer y principal vicio, debemos aspirar a querer los desprecios y los oprobios; a mirarlos como la librea de un servidor de Jesucristo, como su traje y ornato distintivo; que hasta tanto que hayamos llegado a este punto, no meramente en deseos y resoluciones, sino en práctica, no seremos los amigos y favoritos de Jesucristo. Que el amor de las humillaciones es lo más elevado y perfecto que hay en su moral, el medio más seguro para llegar a la santidad, o más bien la cima y la consumación de la santidad.

Examinémonos ahora delante de Dios y veamos, sin hacernos ilusión, cuáles son nuestras íntimas disposiciones con respecto a los sufrimientos y a las humillaciones.  Si nos causan horror, si al solo pensar en ellas se rebela nuestro espíritu y nuestro corazón, la naturaleza vive en nosotros enteramente, y ni siquiera sabemos qué cosa sea ser cristiano. Si sentimos aprecio hacia ellas, y si bien con una extrema repugnancia para abrazarlas, nos avergonzamos de nosotros mismos, tenemos rubor de estar tan distantes de parecernos a Jesucristo, entonces empezamos a ser cristianos a lo menos en los sentimientos. Si a pesar de las rebeldías interiores nos resignamos con los sufrimientos y con las humillaciones que place a Dios enviarnos, ya tenemos dado un gran paso hacia la sólida virtud. Si de la resignación y de la paciencia pasamos a regocijarnos, estamos ya muy adelantados en el camino de la perfección. Ya no nos falta sino el desear las cruces con todo el ardor de  nuestra alma, y preferirlas a todos los consuelos y favores celestiales. Esto es lo que hizo Jesucristo. Habiéndosele propuesto la alegría, y ¿qué alegría? La más pura y deliciosa que puede gozarse en el cielo, quiso más sufrir la cruz.

  Humillémonos delante de Dios: de nada nos creamos capaces, ejercitémonos en las pequeñas ocasiones que se presentan; tengamos ya en mucho el reprimir un movimiento de orgullo, un sentimiento de amor propio, el privarnos de una ligera satisfacción de los sentidos, el sufrir alguna molestia, algún dolor, sin quejarnos. Cuando por algún tiempo hallamos sido fieles en estas cortas prácticas, no atribuyendo la gloria a nosotros mismos, sino a Dios, perseverando constantes por otra parte en los ejercicios de la vida interior, tal vez entonces seremos juzgados dignos de que Jesucristo nos haga participar de su cáliz. Pidamos a Dios tan solo el llenar la medida de los sufrimientos y de las humillaciones que nos ha destinado, sin meternos en si es pequeña o grande. La mayor de todas es nada en comparación de la de Jesucristo, y la más pequeña es suficiente para aterrarnos en razón de nuestras fuerzas. Acordémonos también que las mejores cruces no son aquellas que nos buscamos, sino las que nos vienen de la mano de Dios. No moriremos jamás por nuestra propia voluntad, ni por los golpes que nos daremos nosotros mismos.             

lunes, 14 de marzo de 2016

LOS CATÓLICOS LIBERALES "SON MUCHO MÁS PELIGROSOS Y FUNESTOS QUE LOS ENEMIGOS DECLARADOS": S.S. PÍO IX


NDB: ¿No son católicos liberales los que afirman que la iglesia conciliar revolucionaria es la Iglesia Católica? ¿No son liberales los que dicen que la nueva misa es producto de la Iglesia Católica? El rito bastardo, protestantizado de Paulo VI y del masón Bugnini NO es católico.  ¿A quien quieren engañar? ¿Quieren atraer a más almas al sincretismo religioso de Francisco? Estos católicos liberales son más peligrosos que los enemigos declarados, se encubren bajo la apariencia de católicos tradicionales, fingen combatir el liberalismo pero expulsan y segregan a quienes luchan de acuerdo a los verdaderos principios. No por nada combaten a Nuestra Señora de la Sallete, quién hace mas de 150 años nos advirtió:



El 17 de septiembre de 1861 después del decreto relativo a la canonización de los veintitrés mártires franciscanos del Japón, dijo S.S. Pío IX lo siguiente:



"En estos tiempos de confusión y desorden, no es raro ver a cristianos, a católicos –también los hay en el clero- que tienen siempre las palabras de término medio, conciliación, y transacción. Pues bien, yo no titubeo en declararlo: estos hombres están en un error, y no los tengo por los enemigos menos peligrosos de la Iglesia… Así como no es posible la conciliación entre Dios y Belial, tampoco lo es entre la Iglesia y los que meditan su perdición. Sin duda es menester que nuestra fuerza vaya acompañada de prudencia, pero no es menester igualmente, que una falta de prudencia nos lleve a pactar con la impiedad… No, seamos firmes: nada de conciliación; nada de transacción vedada e imposible".



El mismo Pío IX dirigió al presidente y socios del Círculo de San Ambrosio de Milán el 6 de marzo de 1873, el siguiente mensaje:



"Si bien los hijos del siglo son más astutos que los hijos de la luz, serían sin embargo menos nocivos sus fraudes y violencias, si muchos que se dicen católicos no les tendiesen una mano amiga. Porque no faltan personas que, como para conservarse en amistad con ellos, se esfuerzan en establecer estrecha sociedad entre la luz y las tinieblas, y mancomunidad entre la justicia y la iniquidad, por medio de doctrinas que llaman católico-liberales, las cuales basadas sobre principios perniciosísimos adulan a la potestad civil que invade las cosas espirituales, y arrastran los ánimos a someterse, o a lo menos, a tolerar las más inicuas leyes, como si no estuviese escrito: ninguno puede servir a dos señores. Estos son mucho más peligrosos y funestos que los enemigos declarados, ya porque sin ser notados, y quizá sin advertirlo ellos mismos, secundan las tentativas de los malos, ya también porque se muestran con apariencias de probidad y sana doctrina, que alucina a los imprudentes amadores de conciliación, y trae a engaño a los honrados, que se opondrían al error manifiesto.



APOSTOLADO EUCARISTICO


sábado, 12 de marzo de 2016

SILENCIO DE JESUCRISTO EN PRESENCIA DE SUS JUECES (2ª Parte)




   Pilatos le dijo sorprendido: ¡Vos calláis! ¿No sabéis que yo tengo poder para crucificaros y para absolveros? No podía imaginarse cómo un hombre, de cuya vida era árbitro, le respetase tan poco, o le fuese tan indiferente la muerte, para no responderle. Por un sentimiento de piedad hacia este juez cobarde que iba a perderse delante de Dios, Jesús le dijo aquellas palabras que fueron las últimas y que debían abrirle los ojos: Ningún poder tuvieras sobre mí, si no se os hubiese dado de lo alto. Y por esto el que a vos me ha entregado, es más culpable que vos mismo. 

Vos me juzgáis inocente, y por intereses humanos vais a condenarme a muerte, no sabiendo de otra parte quién soy. En esto sois culpable, pero no tanto como aquellos que por una maligna envidia me han puesto en vuestras manos, habiéndose voluntariamente cegado para desconocerme. En cuanto al poder que sobre mí tenéis, os ha sido dado de lo alto, y no sois libre de usar de él a vuestro antojo. ¡Qué impresión no debía hacer en Pilatos esta firmeza, esta dignidad más que humana, esta indiferencia para la vida, y este desprecio de un suplicio tan cruel como infame! Buscó pues de nuevo cómo salvar a Jesús. Mas no supo resistir a esta amenaza de los judíos: Si nos lo devolvéis, no sois amigo del César; cualquiera que se alza por rey, va contra el derecho del César. No tenemos más rey que el César.


   En mil ocasiones los verdaderos discípulos de Jesús han tenido y tienen cada día que combatir contra la política humana. Dios concede entonces la fuerza y la sabiduría a los que le son fieles, y que están dispuestos a sacrificarlo todo en defensa de la verdad. Los mártires son una prueba de ello. En calidad de cristianos, no han creído hacer más que cumplir con su deber, inmolándose como su maestro a los últimos suplicios antes de hacer traición a su fe. Sus discursos, que les inspiraba el Espíritu Santo, y aún más su invencible intrepidez, confundía a los jueces, los cuales convencidos de su inocencia, les condenaban la mayor parte por un cobarde respeto a los edictos de los emperadores, y por culpables condescendencias con el pueblo. 

Desde que se estableció el cristianismo, ¡de cuántas injusticias públicas, de cuántas secretas infidelidades, de cuántas resistencias a la gracia no ha sido causa el desdichado respeto humano! ¡Cuántas almas no ha perdido! ¡Cuántos buenos deseos, cuántas santas resoluciones no ha hecho abortar! Si no siempre daña a la salud, es rarísima la vez que no perjudica a la perfección.  En el claustro así como en el siglo es el mayor enemigo que tienen que combatir las almas que a ella son llamadas. Ocultemos nuestra virtud y nuestras buenas obras a los ojos de los hombres, no hagamos el bien con el objeto de que nos lo vean hacer, este es el precepto del Evangelio. 

Mas no sea que el deseo de agradarles, o el temor de disgustarles, nos estorbe jamás de lo que el deber exige de nosotros, o de lo que la gracia nos inspira. Marchemos con la frente alzada, declarémonos cuando sea necesario, jamás hagamos traición a la causa de Dios. Nada es más glorioso para Él, nada le complace tanto como el ver que su interés es en nuestro espíritu sobre todo lo demás, hasta en los objetos más minuciosos, pues en estos es más difícil vencer el respeto humano, porque no nos vemos sostenidos por aquellos grandes motivos que dan valor en las ocasiones importantes.


CUARTO DOMINGO DE CUARESMA R P HUGO RUIZ

jueves, 10 de marzo de 2016

LA NUEVA IGLESIA CONTRA ROMA A PESAR DE ROMA Y AL MARGEN DE ROMA



Schmidberger con Ratzinger


NDB: ¿LOS MASONES DEL SIGLO XIX, HIJOS DE LAS TINIEBLAS,  SABEN MÁS DE LA NUEVA IGLESIA, QUE LOS HIJOS DE LA LUZ DE ESTE SIGLO?

Escribía el Canónico Roca, iluminista excomulgado que colaboró en la infiltración contra la Iglesia: “En su forma actual, el Papado desaparecerá, el nuevo orden social se implantará desde Roma pero al margen de Roma, sin Roma, a pesar de Roma, contra Roma. 

Y esa nueva Iglesia aunque tal vez no deba conservar nada de la disciplina escolástica y de la forma rudimentaria de la Iglesia antigua, recibirá sin embargo de Roma la consagración y la jurisdicción canónica”.

La nueva iglesia apoyará la unificación de las religiones y la falsa paz, cumpliéndose lo dicho por Jesucristo en el sentido de que incluso los elegidos podrán ser engañados.