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domingo, 29 de mayo de 2016

ERRORES DEL CONCILIO VATICANO II (Quinta parte)


 
NO ES LA INTERPRETACIÓN NI LA APLICACIÓN EQUÍVOCA DEL POSTCONCILIO EL PROBLEMA RAIZ DEL MODERNISMO COMO NOS LO HACEN CREER LOS PRO-CONCILIARES.
EL CONCILIO ES UN INVENTO MASÓNICO PARA HACER PERDER LA FE Y EL ALMA A LOS CATÓLICOS Y A QUIENES CREAN EN ESAS FALSEDADES.

Quinta parte:
Errores sobre el reino de Dios.-  (dicen “… la Iglesia, este reino, no arrebata a ningún pueblo bien temporal alguno, sino al contrario, favorece y asume, en lo que tienen de bueno, todas las riquezas, recursos y costumbres de los pueblos; pero al recibirlas las purifica, las fortalece y las eleva”. (Lumen Gentium).

   Se introduce aquí un elemento bastardo, representado por el “bien temporal de los pueblos” (elevada y purificada) y, por ende, el reino de Dios que se realiza en la tierra… (Para minimizar la gloria eterna).

   (Adviértese que) se trata de una noción ambigua e inaceptable “los bienes materiales (de un pueblo) elevados y purificados, entran a formar parte del reino de Dios”: concepto absurdo, que evidencia una visión naturalista del reino, contraria al depósito de la fe.

   El “bien temporal”, entra a formar parte del reino de Dios (de la Iglesia … en el reino que se realiza en este mundo. Y los fieles seglares deben contribuir al progreso material, bajo la bandera de la cultura laica… conduciendo a los hombres, al progreso universal en “la libertad cristiana y humana” y al “igualitarismo”. (Una mezcla promiscua con ideas masónicas).

   (Otra) afirmación incomprensible: “el misterio pascual perfecciona la actividad humana”.

   … en la misa del Novus Ordo, se reitera la falsa idea de que “la actividad humana” participa de algún modo en la “transubstanciación”, cuando dice:

   “Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos: él será para nosotros pan de vida”.

   Errores sobre el matrimonio y la condición de la mujer.- (La)… nueva doctrina sobre el matrimonio: dicen que es una “comunidad íntima de vida y amor” de los cónyuges…; y por tanto la procreación y educación de la prole, son el coronamiento del amor conyugal. Lo principal es el “perfeccionamiento mutuo”; y la procreación, se ve relegada al segundo lugar.- Afirman que el amor conyugal, “por ser eminentemente humano, abarca el bien de toda la persona y, por tanto, enriquece y valora con una dignidad especial las manifestaciones del cuerpo y del espíritu y las ennoblece (significado equívoco  ”eminentemente humano”; y la expresión “manifestaciones del cuerpo” “sensuales del amor conyugal”, se justifican por su valor erótico.

   En cambio la Iglesia, ha enseñado siempre que los actos (conyugales) son admisibles, y sólo en sus justos límites, únicamente como actos que favorecen el abrazo conyugal, cuyo objeto es la procreación, y no para la satisfacción en sí del amor conyugal, que se incluye a título de remedium concupiscentiae, en el fin secundario del matrimonio. Además, atribuir “dignidad especial” y “nobleza” a los actos de las relaciones íntimas entre los cónyuges parece ridículo, acaso también inconveniente, pero, en cualquier caso, no es conforme con el sentido católico del pudor.

   El Vaticano II nunca cita a San Pablo, cuando explica: “Pues bien: quiero que sepáis que la cabeza de todo varón es Cristo, y la cabeza de la mujer, el varón, y la cabeza de Cristo, Dios (…) El varón no debe cubrir la cabeza (cuando ora o profetiza), porque es imagen y gloria de Dios; más la mujer es gloria del varón, pues no procede el varón de la mujer, sino la mujer del varón (…) y todo viene de Dios”.

   Toda la pastoral del Vaticano II sobre el matrimonio se abstrae de hablar de las diferencias naturales que median entre los sexos, establecidas por Dios, y se rige por la idea acatólica de una igualdad natural y total entre los cónyuges, considerados en abstracto como “personas”, como seres que se expresan libremente a sí mismos en la “comunidad del amor” matrimonial, ignorando por entero la enseñanza de San Pablo y de la Iglesia a lo largo de los siglos, e ignorando también el principio de que la vocación fundamental de la mujer es la de ser, in primis, esposa y madre, parir hijos y educarlos cristianamente.

   La apertura a los dogmas preliminares del feminismo, es forma de subcultura contemporánea particularmente perversa, consagrada, en nombre de la igualdad, a la destrucción del matrimonio y de la familia, a la exaltación del libertinaje y de la homosexualidad. (Igualdad libertinaje y fraternidad, ideales masónicos).

   Pío IX condenó la encíclica Quadragésimo anno como “desorden gravísimo que ha de eliminarse a toda costa” (la “legítima promoción social de la mujer” y una “mayor participación” de las mujeres  “en los campos del apostolado de la Iglesia”, porque substrae a las madres de familia su cometido y deberes propios.

 

 

  

    



viernes, 27 de mayo de 2016

IGLESIA FALSIFICADA A LA QUE LA FSSPX QUIERE PERTENECER



Muchos "tradicionalistas" apoyan el nuevo curso de la FSSPX de buscar el reconocimiento de la falsa iglesia conciliar de Francisco y de sus predecesores, buscar el reconocimiento de quienes tienen otra religión es una  traición a Jesucristo y a su verdadera Iglesia. Es una traición a los fieles tradicionales que deseaban mantener la lucha de monseñor Lefebvre y de los papas antiliberales.

Les presentamos las palabras de monseñor Lefebvre, las cuales no podrán refutarlas quienes acostumbran distorsionar o acomodar a su conveniencia las enseñanzas del Arzobispo Lefebvre.

La iglesia conciliar es una falsa iglesia, falsificada, la cual no enseña la Fe Católica, es una contra iglesia que no defiende la Fe católica. 

Incluso entre algunos "tradicionales" no fraternitarios hay quienes sostienen que la iglesia conciliar es la Iglesia Católica. No conocemos sus intenciones, pero van en contra de lo enseñado por monseñor Lefebvre.

Todo católico debe defender la Fe católica, dicho en palabras claras por monseñor Lefebvre. La contraiglesia tiene otra fe, otra doctrina, otra moral, incluso esta ocupada por una secta de masones.
Mas claro no puede ser.

Santa María de Guadalupe. Ruega por nosotros.

Sermon Padre Hewko Trinity Sunday May 2016

jueves, 26 de mayo de 2016

Sermón de la Santísima Trinidad R. P. Hugo Ruíz





FIDELIDAD CATÓLICA MEXICANA
             VIVA CRISTO REY

VISITAS AL SANTÍSIMO SACRAMENTO





Por San Alfonso María de Ligorio

  ¡Qué espectáculo tan bello fue contemplar a nuestro dulce Redentor en aquel día en que, fatigado de caminar,  se sentó apacible y amoroso junto a la fuente, esperando a la samaritana para convertirla y salvarla!Jesús, pues, fatigado del camino, se sentó sin más, junto a la fuente. Así también se diría que Él mismo se entretiene ahora con nosotros diariamente, bajando del cielo a nuestros altares, como a tantas otras fuentes de gracias, esperando y convidando a las almas a que le hagan compañía, a lo menos por algún tiempo, a fin de atraerlas así a su perfecto amor. 

Desde todos los altares en que está Jesús sacramentado diríase que habla y dice a todos: “Hombres, ¿Por qué huís de mi presencia?¿Por qué no venís y os acercáis a Mí, que tanto os amo, y que por vosotros estoy aquí tan humillado? ¿Qué teméis? Ahora no vine al mundo a juzgar, sino que me oculto en esta Sacramento de amor sólo para  hacer bien y salvar a todos los que acudan a Mí”.No vine para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo(Jo., 12.,47). Entendamos, pues, que así como Jesucristo está en el cielo, así también en el Sacramento del altar está continuamente, día y noche, haciendo este piadoso oficio de abogado nuestro, ofreciéndose al Eterno Padre como víctima para alcanzarnos de Él innumerables misericordias y gracias. Por eso decía el devoto Kempis que habíamos de acercarnos a hablar a Jesús Sacramentado sin temor a sus castigos y sin encogimiento, sino como habla el amigo con el amigo.

  Ya, pues, que me lo permitís, dejad, ¡Oh invisible Rey mío y Señor!, que os abra mi corazón confiadamente y os diga: ¡Oh Jesús mío Oh enamorado de las almas! Conozco bien el agravio que os hacen los hombres. Vos los amáis, y no sois amado; les hacéis bien, y recibís desprecios; queréis hacerles oír vuestra voz, y no os escuchan; les ofrecéis vuestras gracias, y las desprecian. ¡Ah, Jesús mío!  ¿y será verdad que también yo hice causa común con estos ingratos para ofenderos? Demasiado cierto es, Dios mío; pero resuelvo enmendarme y compensar en los días que me resten de vida los disgustos que os di, y hacer cuanto pudiere por complaceros y agradaros. 

Decid, Señor, qué es lo que queréis de mí, pues todo lo quiero hacer sin reserva; dádmelo a entender por medio de la santa obediencia, y espero ejecutarlo. Dios mío, os prometo con toda firmeza no omitir desde hoy  cosa alguna que entienda ser de vuestro mayor agrado, aun cuando tuviere que perderlo todo: parientes, amigos, estima, salud y hasta la vida. Piérdase todo, con tal que os de gusto a Vos. ¡Pérdida dichosa cuando se pierde y se sacrifica todo por contentar a vuestro Corazón! ¡Oh Dios de mi alma! Os amo, sumo bien, más amable que cualquiera otro bien, y para amaros uno mi pobre corazón a los corazones con que os aman los serafines; lo uno al Corazón de María y al Corazón de Jesús. Os amo con todo mi ser, y sólo a Vos quiero amar, y siempre a Vos sólo quiero amar, y sólo a Vos quiero y me propongo amar para siempre.

¡Dios mío, Dios mío, vuestro soy y Vos sois mío!                

lunes, 23 de mayo de 2016

SERMÓN DEL DOMINGO DESPUÉS DE LA ASCENSIÓN R. P. ALTAMIRA (Bogotá, año 2016)



Queridos hijos: 
 En este “Domingo después de la Ascensión”, quería hacerles una breve prédica comentando algunos pasajes de la Epístola de la Misa de hoy, y, dentro de tantas cosas que se podrían decir, relacionar esa epístola con problemas “actuales” que cargan, padecen, o soportan, nuestras familias: Quería hacer una aplicación de ese texto a la vida familiar. 

Se trata de la Primera Epístola del Apóstol San Pedro (I Pe 4,7-11), carta del primer Papa de la Historia, y ya alguna vez hemos dicho que las famosas “Encíclicas” de los Papas son también “cartas”, cartas a todo el orbe católico. Utilizaremos entonces esta “Encíclica del Papa San Pedro”.  

Veamos algunos pocos pasajes de esta epístola y hagamos algunos comentarios. “Estote prudentes et vigilate in orationibus”: Sed prudentes y vigilad en la oración. “Sed prudentes” dice San Pedro, y, al revés de “ser prudentes”, tenemos muchas cosas para decir sobre la vida familiar. 

No es prudente dejar a los hijos (o incluso a los esposos) que estén con el tema de los jueguitos de la computadora o del celular; “allí están todo el día”; en realidad, ¡no hay que estar ni treinta minutos con esos jueguitos! 

 Hay familias que tienen sus hijos enviciados con estos juegos, “se pasan toda la noche jugando, horas y horas”, y hay madres que ya no saben qué hacer. Un joven llegó a decir algo así como que “jugar en red”, yo no sé a cuál de esos juegos, decir que eso era “el fin de su vida”; ¿o sea que la finalidad de una vida es un jueguito electrónico? 

Esos jueguitos, además, destruyen la capacidad intelectual de sus hijos; después son incapaces de concentración, incapaces de pasar horas estudiando con un libro (como muchas veces hay que hacer; todos lo sabemos). Y qué ocurre si sumamos a esos jueguitos todas las otras cosas que hay para “hacernos bobos y borregos” (hay gente mala que piensa en estas cosas, que las crea y que las fomenta). 

¿Y qué otras cosas existen? “Es que ahora veo películas por internet, por youtube, por netflix, hasta las veo en mi celular”; y otra vez: “¡están todo el día viendo películas!”. Y sin entrar a las cosas indecentes que se muestran y se enseñan en las películas, consideren ¡la pérdida de tiempo que eso significa! “Y no sólo eso, sino que ahora puedo ver, y veo, los dibujos japoneses Animé por internet, en mi celular”. 

Queridos hijos, “el fenómeno Animé” no es normal; el grado de encadenamiento, la forma como quedan “atrapados” y absolutamente cautivados sus hijos con esos dibujos no es normal:

Allí hay algo raro (yo no sé si diabólico). Hay mamás que tienen a sus hijos así y no saben qué hacer con ellos, ni cómo sacarlos. Además, esa empresa japonesa Animé ofrece de todo, y, por lo que me han dicho, también ofrece –perdón que lo diga- pornografía de lo peor en dibujos animados. ¿Y ustedes permiten que sus hijos vean eso? 

 “Pero es que eso no es todo, padre: También tengo que ocuparme del facebook, del whatsapp, del twitter, de los chats, de mi correo electrónico, de los videos graciosos de youtube, de los sitios que veo en internet”; la lista es interminable. 

 La otra parte de la cita mencionada dice “vigilate in orationibus”, “vigilad en la oración”, o en “las oraciones”. El verbo “vigilare” en latín significa entre otras cosas dormir menos, estar despiertos (en vigilia). Si ustedes quieren, el sentido sería pasar más tiempo en la oración, y, por qué no, despertarse antes para rezar. 

Y la palabra está en plural, en “las” oraciones, y si la consideramos en sentido amplio, puede abarcar: La Santa Misa (venir tal vez entre semana a Misa), el Santo Rosario cada día, la Lectura de la Sagrada Escritura, la vida y los escritos de los santos, etc. 

En las familias, la propuesta de San Pedro es: “Vigilar en la oración”. ¿Rezar cada día el Santo Rosario? Nada. ¿Pasar horas con lo que recién decíamos del internet? Eso sí. 

“Ante omnia autem, mutuam in vobismetipsis caritatem continuam habentes, quia caritas operit multitudinem peccatorum”: Pero ante todo, tened mutua caridad entre vosotros, porque la caridad hace desaparecer [ante Dios] multitud de pecados. También mil cosas para decir. ¿Reina la caridad dentro de sus familias; caridad de los hijos hacia los padres (el respeto y el amor); caridad de los hermanos entre sí? ¿O son esas familias en que están todos peleados o peleándose; todos desunidos? 

 Entre los problemas que cargamos por haber tenido el pecado original, tenemos nuestro egoísmo, pensar más en uno que en los otros, “primero yo, segundo yo, tercero yo”. Todos nosotros debemos trabajar en contra de nuestro egoísmo, para tratar de quitarlo. Y si lo relacionamos de nuevo con lo que decíamos más arriba: En vez de compartir en familia, en vez de dialogar en la mesa, en vez de aprovechar los momentos familiares de encuentro (el almuerzo y la cena); no, eso no; y todos en “su” mundo; respondiendo el chat en el almuerzo, viendo el correo electrónico en el almuerzo, viendo películas en la mesa. 

Egoísmo por estar en “su” mundo del internet y no compartir en familia; todo el día con su “super-celular-moderno”. 

“Hospitales invicem sine murmuratione”: Siendo hospitalarios (amables, serviciales) los unos con los otros, sin murmuración. ¿Somos hospitalarios dentro de la familia? ¿O somos incapaces de hacer un favor al otro; de buscarle algo; de ayudarle con algo; de alcanzarle algo que nos pide el papá, la mamá o uno de los hermanos; o si lo hacemos, lo hacemos con “murmuración”, quejándonos, protestando? Los esposos, ¿son amables, atentos, serviciales con sus esposas? Las esposas, ¿lo son con sus maridos? Los hijos, ¿son serviciales con su mamá cuando ella les pide cosas?, ¿o caen en la murmuración y en protestar porque ella les pide algo?, ¿hacen al revés de lo que dice la epístola de la Misa; en vez de hacerlo “sine” murmuratione (sin murmuración), lo hacen “cum” murmuratione (con murmuración, protestando)? 

Ayuden en sus casas sin protestar. Sean respetuosos con su papá y con su mamá, obedientes hacia ellos, haciendo las cosas que ellos les pidan. 

Relacionado con esto último, ahora les decimos varias cosas que están en la Sagrada Escritura sobre respetar a los padres, etc: (Eccli 7,29-30) “De todo corazón honra a tu padre y no olvides los dolores de tu madre. Acuérdate de que les debes la vida. ¿Cómo podrás pagarles lo que han hecho por ti?”. 

Ahora, tres citas fuertísimas de castigos a los hijos que pequen contra sus padres: (Deut 27,16) “Maldito quien deshonre a su padre o su madre. Y todo el pueblo responderá: Amén”. (Proverbios 30,17) “Al que escarnece a su padre y pisotea el respeto de su madre, cuervos del valle le saquen los ojos y devórenle las crías del águila”. (Eccli 3,14-18) “Como un blasfemo es quien abandona a su padre, Y SERÁ MALDITO DEL SEÑOR QUIEN IRRITA A SU MADRE”. 

Y ahora los “premios” para los hijos que son respetuosos con sus padres: (Eccli 3,4-11) “El que honra a su padre expía sus pecados, y el que honra a su madre es como el que guarda tesoros. El que honra a su padre se regocijará en sus hijos y será escuchado en el día de su oración [cuántas veces nuestras abuelitas o nuestras mamás, si les faltábamos el respeto, nos decían, como con profecía, que lo mismo nos iba a pasar después con nuestros hijos]. 

El que honra a su padre tendrá larga vida [el premio por ser respetuosos es tener una vida larga, pero podemos pensar que tal vez aquí hay una amenaza “a contrario”: los hijos que son irrespetuosos con sus padres morirán rápidamente, tempranamente]. 

El que obedece al Señor es el consuelo de su madre. El que teme al Señor honra a su padre y SIRVE COMO A SEÑORES A LOS QUE LE ENGENDRARON. 

De obra y de palabra honra a tu padre, para que venga sobre ti bendición *también “a contrario” podemos pensar que vendrá “maldición” sobre el hijo que es maleducado con sus padres]. 

Porque bendición de padre afianza la casa del hijo, y maldición de madre la destruye desde sus cimientos”. Sobre el premio que hay, AUN EN ESTA VIDA, por ser respetuosos con el papá y con la mamá, tenemos una cita en San Pablo a los Efesios (6,2-3), que se relaciona con lo dicho, y que dice: “Honra a tu padre y a tu madre, es el primer mandamiento que tiene promesa, PARA QUE TE VAYA BIEN y TENGAS LARGA VIDA sobre la tierra”. 

Cuidado los hijos irrespetuosos, les puede pasar lo contrario del premio que está aquí prometido. Y Monseñor Juan Straubinger, comentando esto, dice: (nota 6,2) “Es notable el paréntesis que San Pablo introduce aquí en la cita del Cuarto Mandamiento para destacar que es el primero (y único) a cuyo amor [el amor y respeto a los padres] nos estimula Dios por una promesa de felicidad aun temporal [aun en la tierra]. 

Sin duda interesa al Divino Padre [a Dios] ver honrada la paternidad [ver que los padres sean honrados por sus hijos+…”. 

Como conclusión queremos volver a las ideas del principio de la prédica, al estar distraídos en bagatelas, todo el día pensando y gastando nuestro tiempo en bobadas, y jamás en las cosas serias, jamás en las cosas de Dios, en el fin de nuestras vidas, jamás en las cosas que perdurarán, en las cosas eternas. 

Como dice el profeta en la Sagrada Escritura: “La tierra está desolada, porque nadie reflexiona en su corazón”; todo es movimiento, todo es actividad, agitación, superficialidad. 
Somos “superficiales”; y no somos personas “profundas”. Y así, como dice tan hermosísimamente ese Himno de Vísperas: “DUM NIL PERENNE COGITAT, SESEQUE CULPIS ILLIGAT”, “como no piensa (o no pensamos) en nada perenne (en cosas eternas, en las cosas de la eternidad), se ata a sí mismo con culpas (con pecados)” (Himno Lucis Creator Optime). 

Es decir: No pensamos en nada eterno, todo es pasajero, pensamos y gastamos nuestra vida en lo caduco, y por no tener nuestra mente en lo eterno, hacemos pecados y nos encadenamos con ellos, “ílligat”. Con esto, en vez de llevar una vida familiar hermosa, según Dios y según su Catolicismo, nuestras vidas se van por carriles contrarios, por los carriles modernos, por la bobada del mundo moderno. 

Termino con una última cita de la epístola de San Pedro, cita entonces de la Misa de hoy. Si estas palabras han servido, la consigna deberá ser desde hoy llevar vidas plenamente católicas en nuestras familias, UT IN ÓMNIBUS HONORIFICETUR DEUS, para que en todo sea honorificado Dios, para que en todo lo que hacemos en nuestra familia Dios sea glorificado, PER IESUM CHRISTUM DOMINUM NOSTRUM: por Jesucristo Nuestro Señor. 

AVE MARÍA PURÍSIMA.

viernes, 20 de mayo de 2016

ORACION DE UNA MADRE A LA SANTISIMA VIRGEN POR SUS HIJOS



    ¡Madre mía, socorred a mis hijos! Que esta palabra sea el grito de  mi corazón desde la aurora. ¡Oh María!, que vuestra bendición los acompañe, los guarde, los defienda, los anime, los sostenga en todas partes y en todas las cosas.
    
Cuando postrados ante la presencia del Señor le ofrezcan sus tributos de alabanza y oración, cuando le presenten sus necesidades, o imploren sus divinas misericordias,
    
¡Madre mía, socorred a mis hijos!
Cuando se dirijan al trabajo o al estudio donde el deber los llama: cuando pasen de una ocupación a otra, a cada movimiento que ejecuten, a cada paso que den y a cada nueva acción, ¡Madre mía socorred a mis hijos!

 Cuando la prueba venga a ejercitar su debilísima virtud y el cáliz del sufrimiento se muestre ante sus ojos; cuando la Divina Misericordia quiera instruirlos y purificarlos por el sufrimiento,  ¡Madre mía, socorred a mis hijos!
    
Cuando el infierno, desencadenado contra ellos, se esfuerce en seducirlos con los atractivos del placer, las violencias de las tentaciones y los malos ejemplos,
    
¡Madre mía, socorred y preservad de todo mal a mis hijos!
 Cuando en la noche se dispongan al descanso a fin de continuar con nuevo fervor su camino hacia la eterna Patria, ¡Madre mía,  socorred a mis hijos!
    
Que vuestra bendición, Madre mía, descienda sobre ellos, en el día, en la noche, en el consuelo, en la tristeza, en el trabajo, en el descanso, en la salud y en la enfermedad, en la vida y en la muerte. Así sea.
                                                            (Se rezan Tres Aves Marías)

TRATADO DE LA CONFIANZA CRISTIANA CONTRA EL ESPIRITU DE PESIMISMO Y DESCONFIANZA Y CONTRA EL TEMOR EXCESIVO.




CAPITULO PRIMERO.

   La poca confianza en Dios causa grandísimos males a las almas que quieren hacer progresos en las virtudes cristianas.


I. Cuales son estos males en general.   Una viva confianza en Dios es un manantial de toda suerte de vienes. Ella arraiga, mantiene y fortifica todas las virtudes, endulza las penas, debilita todas las tentaciones: es un fecundo origen de toda especie de obras buenas, es como un paraíso de bendición y un modelo de la bienaventuranza anticipada. “Bendito el hombre, dice el profeta Jeremías, que pone su confianza en el Señor, y de quien el Señor es la esperanza. El será semejante a un árbol trasplantado a la orilla de las aguas, el cual extiende sus raíces hacia el agua que la humedece, y no temerá el calor que venga el estío. Su hoja se mantendrá siempre verde; no tendrá pena en el tiempo de sequedad, y no dejará jamás de dar fruto”   La falta de esta confianza es por el contrario un manantial de un sin número de males: enflaquecen las virtudes, llena al alma de penas y amarguras, excita y fortifica todas las tentaciones, impide el hacer buenas obras, y muchas veces viene a ser como una especie de infierno anticipado. 

Por esto San Bernardo no teme decir que la desconfianza es el mayor estorbo que podemos poner a nuestra salvación.  

 2. Es fácil que la poca confianza en la bondad de Dios sea un estorbo para la virtud, para el espíritu de la oración, para el espíritu de reconocimiento, y para el amor de Dios; que a más de esto, es origen de las más molestas tentaciones, robando al alma la paz que le es tan recomendada y es tan necesaria para cumplir todas sus obligaciones. Se verá en seguida de este capítulo la verdad de todo lo que se acaba de decir.


II. La poca confianza en Dios es un gran estorbo para la verdadera virtud   

Una confianza siempre débil y tímida hace la virtud trémola e inconstante. Y semejante virtud a cada paso se detiene con los cortos embarazos, se entibia con los menores contratiempos y se desanima con las más ligeras contradicciones. Es preciso a cada paso darle la mano para sustentarla; y luego que le falta un guía exterior y apoyo visible, se intimida, se cansa y esta siempre pronta a caer. 

Ella se mantiene siempre en una especie de infancia, en que no puede tomar más alimento que leche: otro más fuerte y más sólido que fortalezca a los demás, la ahogaría. Con esta inercia y flaqueza, que debería ser más vergonzosa en la vida espiritual que en la corporal, se queda incapaz para siempre de aquellas acciones de virtud que necesitan de poca fortaleza y de valor.

2. Un alma en este estado no puede aprovecharse de los motivos de temor, porque se encuentra oprimida de ellos. También saca poco provecho de los motivos de confianza, porque no hacen de ella sino impresiones muy ligeras. De todo lo que se dice, perteneciente al respeto debido a los sacramentos, hace asunto de turbación y escrúpulo. 

Las exhortaciones a penitencia y conpunción más le perjudican que le aprovechan porque todo le es pesado y penoso; y en vez de encontrar en esto, como en lo demás, motivos de fervor, solo ve razones para reprenderse con una severidad que la oprime.

 Si cae, como no es difícil que suceda, en algunas faltas un poco mas considerables que las de inadvertencia, la represión que le da su conciencia, la pone en tal consternación, y después en una especie de desaliento, que en vez de procurar humillarse delante de Dios con un dolor tranquilo que le haga sacar provecho de sus mismas faltas, la turba y le quita el gusto de los ejercicios devotos; lo cual puede tener funestísimas consecuencias.


III. Es un estorbo para la oración.   

1. La esperanza es el manantial del que nace toda oración cristiana; pero el riachuelo no puede correr a proporción de la abundancia y plenitud del manantial. Una esperanza tímida y trémula, hacen las oraciones que de ella nacen tímidas y trémulas, y por consiguiente incapaces de alcanzar mucho. El apóstol Santiago nos manda, que pidamos a Dios las virtudes que necesitamos, sin dudar nada ni titubear: “El que duda y titubea, añade, es semejante a la ola del mar, que es agitada  y llevada de aquí para allá por los vientos. Luego, concluye este santo apóstol, no tiene que imaginarse que conseguirá alguna cosa del Señor.” Al parecer todo se espera de Dios, pues se le pide y se le ruega; y parece que nada se espera o casi nada, pues se titubea con la desconfianza.   

2. También se ve gran número de cristianos que establecen como una obligación capital orar, y aún orar mucho. ¡Pero cuán pocos se hallan que oren y supliquen con aquella fe y confianza a la cual Jesucristo lo ha prometido todo, y que recomienda a todos! “Cualquier cosa que pidáis en la oración, creed que la conseguisteis y se os dará.” Nosotros oramos muchas veces, hacemos oraciones largas; pero mil pensamientos nos vienen a intimidar. Hacemos débiles esfuerzos para salir de nosotros mismos, en donde no encontramos sino toda especie de miserias, y elevarnos hasta el origen de todo bien ; pero inmediatamente volvemos a caer dentro de nosotros mismos por el peso de nuestra flaqueza, y mucho más por el de nuestra desconfianza. 

Y aunque la mayor bondad de la criatura comparada con la de Dios solo sea malicia puede ser que nos dirijamos en las necesidades temporales a un amigo rico, poderoso y experimentado, con mas confianza que aquella que acostumbramos dirigirnos a Dios, aún en las necesidades espirituales, no obstante que nos manda y nos convida Él mismo a que vayamos a Él como a nuestro Padre. Tanto como esto son indignas de Dios nuestras oraciones, y nuestra confianza injuriosa a la ternura del Padre.

¡Tengamos confianza en Dios, Él nunca desampara a sus pequeños hijos!


Continuará..




jueves, 19 de mayo de 2016

ERRORES DEL CONCILIO VATICANO II (Cuarta parte)



Presentamos la cuarta parte de este estudio. De nueva cuenta se demuestra la malicia de la secta modernista al cambiar los fundamentos de la Fe y de la religión verdadera. 

Los modernistas y conciliares no son aquellas almas inocentes engañadas por el error del liberalismo, como algunos católicos "tradicionales" enseñan por ahí. Los modernistas practicantes de la nueva religión tienen otra fe, muy distinta a la católica. Para poder ser católicos verdaderos hay que tener la fé íntegra verdadera, no sólo una parte sino completa, los modernistas conciliares no tienen esa fe verdadera íntegra. 

Los modernistas y conciliares pertenecen a una secta, como dijo San Pío X, y están para destruir la religión católica, fingen ser católicos pero por dentro son enemigos de Dios y de la Iglesia Católica. 

No hay nada mas valioso para el católico verdadero que conservar la Fe intacta, pues sin esta es imposible agradar a Dios. Es un deber grande de caridad sacar de esa falsa religión a los más posibles, en eso consiste el carácter misionero de la Iglesia Católica verdadera.

La nueva religión conciliar no agrada a Dios, la nueva misa no agrada a Dios, los pactos con los conciliares no agradan a Dios. La iglesia conciliar no agrada a Dios. 


Por sus frutos los conocereis, la Iglesia Católica asistida por el Espíritu Santo ha dado durante toda su existencia frutos de santidad, la iglesia conciliar ha dado frutos de perdición. Para permanecer católicos tenemos el deber estricto de mantenernos alejados de los conciliares y modernistas hasta que se conviertan.



ERRORES SOBRE LA SANTA MISA Y LA SAGRADA LITURGIA


  El concilio identifica la santa misa con el “misterio pascual” como una noción flotante, indeterminada, irracional, que permite alterar el significado de la redención y de la misa, ocultando la naturaleza sacrificial y expiatoria de esta última, poniendo el acento en la resurrección  y en la ascensión, en el Cristo glorioso.

  La definición… incompleta de la santa misa como “banquete pascual en el cual se come a Cristo” y “memorial de la muerte y resurrección” sin mención alguna del dogma de la transubstanciación ni del carácter de sacrificio propiciatorio de la misa… según definición del Concilio de Trento.

  Dicen los modernistas:
  “La cena del Señor o misa es la santa asamblea o reunión del pueblo de Dios que se congrega bajo la presidencia del sacerdote para celebrar el memorial del Señor”.

  Contrariamente:
  El catecismo de San Pío X,  define:
  “¿Qué es la santa Misa? La santa Misa es el sacrificio del Cuerpo y de la Sangre de Jesucristo, que se ofrece sobre nuestros altares bajo las especies de pan y vino en memoria del sacrificio de la cruz. El sacrificio de la Misa es  sustancialmente el mismo que el de la Cruz”.

  Los modernistas  -conciliares- introducen la idea de la concelebración del sacerdote y del pueblo, “a consecuencia del bautismo, los fieles son todos ya sacerdotes”. Hablan de la “liturgia de la palabra”, dándole un alcance no limitado a la homilía o al sermón, sino capaz de realizar la presencia de Cristo en la santa misa: “está presente con su palabra”.

  Dicen a los fieles: “aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada… conjuntamente con el sacerdote”.

  Errores sobre el sacerdocio.-
  “… el señor Cura ya no es el sacerdote de Dios, en lugar de ello, es sacerdote del pueblo de Dios”.

  (“En razón de la función que desempeña”, “ es un mero cooperador subordinado del Obispo”) y su función principal el anunciar a todos el evangelio de Cristo. En cambio, conforme al catolicismo es: “el poder consagrar, ofrecer y administrar el Cuerpo y la Sangre del Señor”, y en segundo lugar, por el poder “de perdonar o retener los pecados”. La predicación no es fundamental… ejemplo Padre Pío –pocos sermones. Ministerio de Confesión.

  San Pablo exalta el celibato virtuoso, considerándolo el estado mejor para “cuidarse de las cosas del Señor” (I Cor 7,1).

  Un concepto erróneo de la encarnación.-
  Afirman los conciliares que el “Hijo con su encarnación se ha unido en cierto modo con todo hombre”; la Santa Iglesia, no es ya el “Cuerpo místico de Cristo”…; y el “pueblo de Dios” se identifica con la Iglesia y con la humanidad, (lo que cuenta realmente, dicen, es la Humanidad).

  Un concepto erróneo de la redención.-
  Dice los conciliares que el Hijo de Dios, encarnado en la naturaleza humana, redimió al hombre (automáticamente) y lo transformó en una nueva criatura”.

  (No toman en cuenta) hacerse uno cristiano de verdad; … con la ayuda del Espíritu Santo; (pretenden que ya hemos sido redimidos), sin necesidad de conversión, sin necesidad de la fe, ni del bautismo, ni de las (buenas) obras. ¡Ni siquiera Lutero había llegado a tanto!
  Niegan (los modernistas conciliares) el pecado original. Afirman que Cristo, al encarnarse elevó la “naturaleza humana” a una “dignidad sin igual”.

  Encontramos error teológico contenido en el artículo 24 de la Gaudium et Spes: (el hombre es) “única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí misma”. (Alarde antropocéntrico) ¡como si el hombre poseyera un valor tal como para haber inducido a Dios a crearlo!

  Sabemos que: Dios creó todas las cosas, incluido el hombre, “para Sí mismo”; es decir, para su propia gloria.

  (El hombre) fue creado a imagen y semejanza de Dios. Pero perdió dignidad originaria, a causa del pecado original que lo despojó de la gracia santificante que lo hace capaz de conocer y amar sobrenaturalmente a Dios y, por ende, de gozar de la visión beatífica. La dignidad depende de la voluntad recta orientada hacia el Bien.             


domingo, 15 de mayo de 2016

DESCENSO DEL ESPÍRITU SANTO




El Interior de Jesús y de María
R.P. Grou

   En el día de la Ascensión, Jesucristo se elevó desde el Monte de los olivos de una manera sensible a presencia suya, y entró en una nube que lo ocultó a sus ojos. Por medio de esta misteriosa desaparición, despegó enteramente sus corazones de los objetos terrestres, disipando sus falsos conceptos, y dándoles claramente a entender que su reino no era de este mundo, y que para reinar con Él era preciso que transportasen al cielo todos sus deseos y toda su ambición.

   Así es como les preparó para el descenso del Espíritu Santo, al cual no podían recibir, sino después de haber perdido la presencia sensible de Jesucristo.

   Tomad para vosotros estas palabras, almas demasiado pegadas a dulzuras y a consolaciones sensibles, que os quedáis desoladas cuando de ellas se os priva; y aprended en qué sentido es preciso perder a Jesucristo, para poseerle de una manera más pura y más excelente por medio de la recepción del Espíritu divino.

   Notemos también que quien envía el Espíritu Santo a sus apóstoles es el mismo Jesucristo. Observad bien el orden de los sucesos. Jesús debió sufrir antes de entrar en su gloria; Jesús debió ser glorificado antes de enviarnos el Espíritu Santo. Así, pues, a las humillaciones y a los sufrimientos del Salvador debemos que nos envíe el Espíritu Santo a nuestros corazones, el que el llamado el don de Dios por excelencia.

   Dios guarda empero en nuestra santificación un orden enteramente opuesto. Empieza por enviarnos el Espíritu Santo que toma posesión de nuestros corazones, y los llena de caridad, es decir, de sí mismo. Enseguida les inspira el aprecio, el amor y el deseo de las cruces, y por este mismo espíritu les comunica el valor y la fuerza necesaria para soportarlas. Cuando ya abrazadas las cruces y sostenidas por el amor, han destruido el hombre viejo con sus dos principales vicios, el orgullo y el amor propio; el Espíritu Santo reina pacíficamente en el hombre nuevo que es su obra, acaba de perfeccionarla, y cuando ha llegado a la medida de la santidad que Dios le tiene destinada, se le hace pasar de este mundo a la morada de la gloria.

   Dios, por el don de su espíritu, echa en nosotros las raíces de la vida interior. Nada podemos conocer de ella antes de ser ilustrados por su luz, y aún menos podemos gustarla y amarla antes que nos haya dado percibir su atractivo. ¿Qué cosa es la vida interior? Una vida conforme a la doctrina y a los ejemplos de Jesucristo. Esta doctrina y estos ejemplos son enteramente sobrenaturales. Nada entendemos de las máximas de Jesucristo hasta que el Espíritu Santo nos descubre su sentido. Mudos son sus ejemplos para nosotros, y ninguna impresión hace en nuestros corazones, si el Espíritu Santo no nos mueve por una gracia espiritual. Juzguemos de esto por los Apóstoles. Habían vivido tres años enteros con Jesucristo, habían sido testigos de sus discursos, de sus hechos, de sus milagros, había puesto particular cuidado en formarlos, y les había dicho, que cuanto había aprendido de Su Padre todo se los había enseñado. ¿Eran por esto menos groseros, más inteligentes en las cosas de Dios? No. Porque no habían aún recibido el Espíritu Santo. Sus pensamientos y sus deseos no se elevaban sobre lo de la tierra; su celo y su adhesión a su maestro eran enteramente humanos, y se limitaban a esperanzas temporales: muy bien lo manifestaron en el momento de Su Pasión, porque el Espíritu Santo no les había sublimado todavía a los objetos celestiales.

   Ved a estos mismos Apóstoles después que este hubo descendido sobre ellos. Ya no son los mismos hombres. ¿En qué han cambiado? Nada es para ellos la tierra, no piensan sino en el Cielo y en los medios de llegar a él, y de conducir a él a los demás. Sus pasiones, el amor, el odio, el temor, el deseo, la alegría, la tristeza ya no se mueven sino por causa de objetos sobrenaturales. Estos cobardes que habían abandonado a Jesucristo, lo anuncian con una intrepidez asombrosa. Ya no temen ni las amenazas, ni los malos tratos, se alegran de haber sido juzgados dignos de sufrir un oprobio por el nombre de Jesús. No predican si no su Cruz, no aman más que a su Cruz, no viven con gusto sino en medio de las cruces, van a buscarlas hasta el extremo del universo, no quieren otro fruto de sus trabajos que derramar su sangre por la gloria de su Maestro. Este cambio prodigioso fue la obra del Espíritu Santo, un momento realizó lo que tres años pasados en la escuela de Jesucristo no habían ni aún comenzado.

   Si nos fijamos en los primeros fieles de Jerusalén, no hallaremos menos admirable su conversión. Aquellos judíos, aquellos hombres pegados a la tierra apenas recibieron  el bautismo y el Espíritu Santo, se convirtieron de repente en hombres interiores; para desasirse de todo, venden sus posesiones, llevan su precio a los Apóstoles sin reservarse ni aún su distribución entre sus mismos hermanos pobres. Libres de todo cuidado, y viviendo en común, perseveran en la oración; la Eucaristía viene a ser su diario alimento, y la caridad produce entre ellos tal unión, que no formaban sino un solo corazón, una sola alma. El descenso del Espíritu Santo produce el mismo efecto en los gentiles e idólatras, abismados en la corrupción y en los más infames vicios. Ellos forman aquellas iglesias tan edificantes, que hacen aún en el día nuestra admiración y que después de tantos siglos no se han encontrado más sobre la tierra.

   ¿De qué proviene, que entonces casi todos los cristianos eran interiores, y que hay tan pocos de ellos en el día? ¿Era entonces más abundante la gracia del Espíritu Santo? No. Desde que conocieron la verdad, y se sintieron movidos por ella, la abrazaron enteramente toda, renunciaron a cuanto se oponía a ello en lo interior de sí mismos; pisotearon resueltos todos los respetos humanos y todos los obstáculos exteriores, se dispusieron a sacrificar sus bienes, sus padres, su honor, su vida, y con esta determinación se hacían cristianos y recibían el Espíritu Santo. ¿Es de admirar que de este modo produjese en ellos efectos admirables?


   Hoy día baja el Espíritu Santo sobre nosotros en una edad en que apenas sabemos lo que es ser cristiano. Los niños mejor educados y más piadosos toman por rutina los ejercicios de piedad. Ni sus padres, ni sus maestros, ni sus confesores les ponen en buena disposición.  Se les enseña el catecismo, tienen libros para la misa. Se cuidan mucho de arreglar su exterior, más del interior, que forma el verdadero cristiano, apenas se les habla. Su espíritu toma las ideas y las preocupaciones del mundo, su corazón se pega a las cosas de la tierra, se desarrollan las pasiones, el orgullo y el amor propio se arraigan y se fortifican. Aun aquellos que conservan el temor de Dios y el espíritu de devoción, se forman un plan de piedad en el cual nada se trata de la vida interior, no se proponen imitar a Jesucristo, ni caminar a la luz de su gracia, ni estimar y amar lo que Él estimó, amó y escogió para sí. No se renuncian a sí mismos. No aspiran a la perfección cristiana.  No saben lo que es entrar en el fondo de su corazón para escuchar allí a Dios. Al contrario, huyen de sí mismos, buscan siempre objetos exteriores. ¿Habremos de sorprendernos que tales cristianos no reciban el Espíritu Santo, o que no produzca en sus almas efecto alguno semejante a los que producía en los fieles de los primitivos tiempos?

jueves, 12 de mayo de 2016

ERRORES DEL CONCILIO VATICANO II (Tercera parte)




El documento (modernista) Unitatis Redintegratio,  establece: “Este sagrado concilio desea ardientemente que los proyectos de los fieles católicos progresen en unión con los proyectos de los hermanos separados”. Los hermanos separados no tiene la Fe verdadera que es necesaria para la salvación. Este documento modernista debe ser rechazado en su totalidad y combatido.

Errores sobre la noción de Tradición y de verdad católica
  Según la Nouvelle Théologie  … “Cristo llama a la Iglesia hacia una reforma perenne…” -¿de dónde sacan esto?

Errores sobre la santa Iglesia
  A la Iglesia no se la concibe ya como la Iglesia única y verdadera de Cristo. Ahora dicen que la “Iglesia de Cristo” “subsiste en la Iglesia católica”, igual que subsisten “fuera de ella muchos elementos de santificación y de verdad”, a título de “dones propios de la Iglesia de Cristo”.  (enredar a los católicos). Lo que equivale a sostener, contra el dogma de la fe, que las almas se salvan también fuera de la Iglesia católica (…); (afirman) que también las comunidades heréticas y cismáticas son “medios de salvación”.

  (Roma enseña que estas comunidades) forman parte de la “Iglesia de Cristo”. (Esto), es absurdo e incoherente, y constituye la negación de la verdad de fe divina y católica según la cual sólo la Iglesia católica es la única y verdadera Iglesia de Cristo, inmutable y fiel en los siglos, y tal, que fuera de ella no hay salvación.

  Se lee en la Lumen Gentium, que “el Hijo de Dios” transformó al hombre “en una nueva criatura”, no porque creyera en Cristo, o se convirtiera, o se hiciera cristiano con la ayuda del Espíritu Santo… sino por el hecho mismo de la Redención (y) que el “Cuerpo Místico (la Iglesia) lo constituyen estas “nuevas criaturas”, sin necesidad del libre albedrío, de la fe y de las buenas obras. Este concepto coincide con el de “género humano”. (Ya somos salvos).

  Otra idea errónea sobre el concepto de Iglesia, es concebirla como “el pueblo de Dios”, en vez de definirla como“cuerpo místico de Cristo”.

Los modernistas, hacen mal uso de la alabanza tributada por San Pedro a los conversos procedentes del paganismo “… ahora sois pueblo de Dios”, en un sentido “democrático” o “comunitario”. Es una noción bastarda. Así, cada individuo siendo integrante del pueblo, pasa a ser “sacerdote”, no menos importante que el sacerdote ministerial.

  La Lumen Gentium, dice que la “Iglesia es en Cristo como un sacramento o señal e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano”.

  Los modernistas, le atribuyen una misión nueva a la Iglesia: “contribuir al proceso de unificación del mundo”; pero no se trata de una unidad en función de la salvación de las almas, mediante la conversión al catolicismo…, sino una unidad iluminista, quimérico, masónico y anticristiano.

La perversidad de esta nueva teología y eclesiología es manifiesta. Todos aquellos que han hecho pactos de silencio con los romanos modernistas, traicionan a la Iglesia Verdadera; pactos de acuerdo, silencio acomodaticio, fingimiento de lucha estéril, sirvientes de dos señores (¿del mundo o de jefes de sectas y a la vez de Cristo?); de éstos vale la pena preguntarse: ¿Recojen con Cristo? o ¡Desparraman! 

Hablando de estos que traicionan a la Iglesia Verdadera nos viene a la mente un sueño de San Juan Bosco, aquél en el que vio cadáveres destrozados sin brazos ni cabeza ni piernas, preguntando Don Bosco el significado de aquellos cuerpos encontrados en el camino al paraíso: se le respondió, estos cuerpos mutilados son de aquellos que intentaron combatir a la Iglesia Católica en el transcurso de su historia. Queriendo combatir chocaron contra la gran roca de la Iglesia y quedaron destruidos y mutilados.

¡De Dios nadie se burla!

miércoles, 11 de mayo de 2016

PACIENCIA DE SAN JOSÉ




                                               
  La paciencia es una virtud que enseña al hombre a poseerse a sí mismo en medio de las mayores tribulaciones y aun de los más grandes trabajos mediante la conformidad con la voluntad de Dios. Con ella las numerosas y pesadísimas cruces de la vida son llevadas valerosamente,  con calma y resignación y algunas veces hasta con gusto y alegría positiva de un corazón que ama a Dios.  

San José practicó la paciencia en el grado más heroico, porque puede afirmarse de él que sufrió todas las penas de los mortales. Sí, la vida de San José fue un andar continuo entre las espinas de mil trabajos, principalmente en los viajes, en las travesías ocultas y en las permanencias secretas. San José no despegaba sus labios, se abrazaba sufriendo con la tribulación y seguía impávido en medio de las dificultades, mas José lleno de paciencia callaba.

  Él se vio muchas veces como objeto de maldición, oprimido por los padecimientos, rodeado de atroces penas, seguido de espantosas tribulaciones, sitiado de la persecución diabólica que enfurecida se precipitaba hacia el Mesías y su conductor, y en esos lances callaba paciente conservando la paz del alma. Admiremos tanta paciencia, felicitémosle por su grandeza de ánimo en medio de la tribulación y examinemos por qué nos falta la paciencia.

  No somos pacientes, porque somos soberbios, porque no nos formamos una idea justa de las cosas, porque damos paso abierto a sentimientos llenos de exageración que nos impiden reflexionar debida y justamente, porque concedemos la entrada al amor propio que, ocupando el lugar del juicio, ocasiona todas las impaciencias. Para que tengamos al menos la paciencia necesaria, fijemos nuestra vista en Dios, que es un Dios de bondad, un Dios paciente con los hombres perversos que lo ofenden, hasta llenarlos de beneficios en el momento mismo en que recibe la injuria.

  Imitemos, pues, a San José, contemplemos su paciencia, pongamos en práctica sus mismos medios, pensemos en la Pasión del Salvador y en los dolores de María y de este modo podremos conseguir la paciencia.

  Todos somos criaturas de Dios y todos, consiguientemente, si recibimos de sus sagradas manos lo que nos gusta, hemos de recibir de las mismas lo que nos disgusta, y tanto más cuanto que la experiencia de todos los días nos enseña que nadie puede resistir a la voluntad de Dios. Cuando conformamos nuestra voluntad con la suya entonces practicamos la paciencia y el Señor nos premia todos sus actos. Esta máxima, que es de San Francisco de Sales, es lo que nos conviene para la práctica. San José con la práctica tan continua como perfecta de la paciencia, comunicaba un nuevo esmalte a sus divinas virtudes, y nosotros también con la práctica de la paciencia podremos adquirir la paz del alma, nuevo aumento en el fervor, nuevo valor a vista de los trabajos y aun nueva fuente de méritos, porque es cierto que con la paciencia llega uno a hacerse grande amigo de  Dios.

  ¡Oh pacientísimo José! Yo no puedo menos que admiraros y, al contemplar vuestra generosidad, os pido afectuosamente que no se pierda para mí vuestro ejemplo de paciencia. Llenadme de valor para seguiros en el camino de la tribulación, ya que es el más acertado para ser un día todo de Dios. Pero ¿qué son nuestros padecimientos comparados con los vuestros? Yo confieso que lo que tantas veces he llamado penas y trabajos ha sido más bien un triste efecto de mi amor propio y una resistencia que yo he puesto con la dureza de mi juicio. Por otra parte, ¿no somos pecadores? ¿No hemos gravado nuestras almas con muchas infidelidades? ¿No es verdad predicada por Jesucristo la necesidad positiva de la penitencia? ¿No somos discípulos del que murió en el calvario?  Glorioso señor San José, yo confieso que vuestra gloria no tanto pende de vuestra dignidad, cuanto de vuestra paciencia. Concededme la práctica de ella para que aprenda a sufrir algo por amor de Dios.

Las Glorias de San José

martes, 10 de mayo de 2016

Los regalos que la Santísima Virgen acepta: San Juan Bosco



El 30 de mayo de 1865, San Juan Bosco narró a sus discípulos una visión que había tenido acerca de los regalos que la gente hace a la Madre de Dios en el mes de mayo. Les dijo así:

  “Soñé que al final del mes de la Virgen llegábamos todos ante la imagen de Nuestra Señora a ofrecerle lo que por Ella hicimos en este mes.

  Unos ángeles iban recibiendo de manos de cada uno los regalos para presentarlos a la Reina del Cielo.

  Algunos llevaban rosas y azucenas de suave aroma. Eran los actos de caridad hechos en este mes, y la pureza que han  conservado. La Virgen los aceptó sonriendo y contenta.

  Otros presentaban flores sin aroma. Fueron rechazadas, porque son obras hechas sin rectitud de intención. Y la Virgen quiere no solo apariencia de santidad, como la de los fariseos, sino una vida en verdad buena.

  Unos le ofrecieron a María Santísima un cordero, o sea sus sacrificios por ser obedientes.  Otros unas uvas, o sea sus sacrificios por cumplir muy bien con su deber, y algunos un conejo, o sea su esfuerzo por huir de toda ocasión donde haya peligro de pecar. La Madre Santísima recibió estos regalos con inmensa alegría, y ofreció a cada una de esas personas una bellísima corona, o sea el premio que espera en el cielo a los obedientes, a los que cumplen bien con su deber y se alejan del pecado.

  Pero otros le ofrecieron un cerdo, y los ángeles lo rechazaron diciendo: “Alejaos: ¿no sabéis que el cerdo es señal de gula, pereza e impureza? ¿No sabéis que los impuros no entrarán en el Reino de los Cielos? ¿Cómo pretendéis ser devotos de la Virgen si seguís en paz con vuestros pecados? Eso es devoción falsa que Ella no acepta”.

  Algunos presentaban de regalo un gato o un perro y fueron alejados con horror, porque estos animales son símbolos de robo y escándalo.

  Muchos recibían bellísimas coronas de rosas que no se marchitan, en señal de que su premio por sus esfuerzos para celebrar muy dignamente el mes mariano, será un premio eterno.

  Pero algunos aparecían con el corazón atravesado por un puñal, y una voz dijo: “Estos son los que tienen nombre de vivos pero están muertos. Han pasado el mes en pecado mortal. Ahora que todavía es tiempo de perdón, ojalá aprovecharan para salir de esta situación peligrosa para su salvación eterna”.

  Y CON GRAN PENA VI QUE ERAN MUCHOS LOS QUE SE QUEDABAN SIN PREMIOS NI CORONAS: son todos los que en el mes de Nuestra Señora no le ofrecieron ningún obsequio espiritual. Se retiraban tristes y derrotados.             

domingo, 8 de mayo de 2016

FIESTA DE SAN JOSÉ: R. P. ALTAMIRA (Bogotá, domingo 1º de mayo de 2016)



Queridos hijos: 

 Hoy es la Fiesta de San José, la fiesta del 1º de mayo, también llamada “Fiesta de San José Artesano” y “Fiesta de San José Obrero”. Fue establecida por el Papa Pío XII en el año 1955 para el día 1º de mayo, que es el “Día del Trabajo”, para dar un tinte y una orientación y una solución dentro del Catolicismo a toda esa problemática social de los trabajadores, para que éstos no se dirigieran hacia las izquierdas, hacia el Comunismo; el famoso tema de “La Cuestión Social”. Sin embargo, queríamos hoy dejar de lado esta llamada “Cuestión Social” (muchas cosas realmente católicas se podrían decir allí), y, en honor de San José, predicarles brevemente tres puntos que tienen que ver con la virtud de la modestia. Hablaremos de la modestia del cuerpo, de los buenos modales y de la modestia de los ojos. 

(La virtud de la modestia: Modestia en el cuerpo) 

La virtud de la modestia sin duda brillaba en San José; virtud que se relaciona a su vez con la virtud de la pureza y con la virtud de la humildad (ambas muy importantes, ambas difíciles de conseguir).

 Al exponer sobre la modestia, seguiremos a un autor francés del Siglo XIX y comienzos del Siglo XX1 . Comenzamos por la modestia en el cuerpo. Nuestro cuerpo, por haber tenido el pecado original, tiene malas tendencias, y ellas nos empujan, a modo de tentaciones, hacia el pecado (además, estas malas tendencias se empeoran con nuestros pecados actuales). Por ello, debemos estar siempre buscando dominar nuestro cuerpo; aquí entra la ascética, los ayunos, las mortificaciones, las vigilias. Pero también está aquí el guardar, con nuestro cuerpo, las reglas de la modestia y de los buenos modales. 

 Sobre nuestros cuerpos y las cosas que hacemos con él, hay un principio de San Pablo que nos sirve como fundamento: (I Corintios 6,15 y 19) “¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?... ¿Por ventura no sabéis que vuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo?: Nescitis quoniam corpora vestra membra sunt Chriti?... An nescitis quoniam membra vestra, templum sunt Spiritus Sancti?” 

 Hemos de respetar nuestros cuerpos como algo santo, como parte de Cristo y como templos del Espíritu Santo. Por eso aquí quedan fuera de lugar los pecados de la lujuria (lujuria que una persona haga sola en su propio cuerpo; lujuria “acompañada”; etc). 

De hecho, San Pablo –perdón por la crudeza; el que está hablando es San Pablo- reprueba allí el ir con prostitutas; en latín “meretrices”. También, para tener la virtud de la modestia, quedan fuera de lugar no sólo los vestidos indecentes (aprovechamos para recordar a las damas que deben vestirse bien, sin ropa ajustada, usar faldas correctas –que no sean faldas cortas, que lleguen más abajo de las rodillas-, vestir sin escotes, etc), sino también los vestidos o vestimentas que no son tan apropiados, o que no condicen con el momento y las circunstancias. Y en esto último entran también los caballeros. 

Sirva entonces para recordarles a ellos que cuando haya fiestas importantes (tal vez también la de hoy), hagan un esfuerzo para estar más formales, con saco y corbata. Aquí hay también para los jóvenes, adolescentes y niños, e incluso para los adultos, para ir a Misa en general, y para la Misa del Domingo en especial: No está bien venir tan informalmente que se traiga pantalón de deportes (“sudadera” dicen en Colombia), zapatos de fútbol, tenis “colorinches” (“zapatillas” dicen en mi país), camisetas también “colorinches” o llamativas o de los clubes de fútbol, etc. Debemos ser más formales con las cosas sagradas, con la Misa, etc. 

Lo correcto es que cada uno vista según su condición, sencilla y modestamente, pero siempre con decencia y limpieza, y con mayor formalidad para los eventos importantes. Para las mujeres, San Francisco de Sales daba los siguientes consejos a su dirigida “Filomena”2 : “Has de andar aseada, Filomena, sin llevar pingajos ni desgarrones… pero huye de toda afectación, vanidad, primor y locura; arrímate cuanto puedas a la sencillez y modestia, que es ciertamente el mayor ornamento de la belleza y el mejor disimulo de la fealdad… las mujeres que tienen vanidad son tenidas por poco firmes en la castidad, pues, si la tienen, a lo menos no lo manifiestan con tantos adornos y bagatelas… 

En pocas palabras (…) cada uno ha de vestir según su estado, de tal manera que los buenos y prudentes no puedan decir que hay exceso, ni los jóvenes puedan notar que hay falta”. 

 Otro tema: Los religiosos y religiosas, así como los eclesiásticos, las almas consagradas, tienen reglas más o menos precisas acerca de la forma, clase y modo de sus vestidos, y a esas reglas hemos de ajustarnos. No hace falta decir que el acicalamiento al uso mundano ha de estar lejos de nosotros. Por dar un ejemplo: En estos años de sacerdocio, los fieles algunas veces nos han dado como presente un perfume; en el Seminario nos enseñaban, por supuesto, que debemos ser limpios y usar los elementos habituales o comunes de limpieza, pero que un religioso o un sacerdote o un seminarista no usa perfumes o aguas de colonia. 

Sobre nuestra ropa y objetos personales, nos enseñaban o decían, para tener espíritu de pobreza, no usar o comprar elementos caros, ropa de alto costo, zapatos caros, relojes de alto precio, etc.

 (La virtud de la modestia: Modestia a través de los buenos modales) 
Los buenos modales. Los buenos modales se relacionan con la virtud de la modestia, y son también una excelente mortificación al alcance de todos. Dice este autor francés: 1 Padre Adolfo Tanquerey: 1 de mayo de 1854 - 21 de febrero de 1932. 2 San Francisco de Sales, “Vida Devota”, Parte III, capítulo 25. “Evitar cuidadosamente las posturas muelles y afeminadas; mantener el cuerpo derecho sin violencia ni afectación, no torcido, ni colgando de un lado o del otro; no mudar con frecuencia de postura; no cruzar… las piernas [ojo con sentarse en la Misa cruzando las piernas]; no recostarse muellemente en la silla o en el reclinatorio [así dice este autor y nosotros agregamos: en la Misa “algunos” –jóvenes y también adultos- están todos “desparramados y deshechos” en el banco o silla de la iglesia o de la capilla; eso no está bien y es un poco una falta de respeto hacia Dios]; evitar los movimientos bruscos y los gestos desordenados: todas estas cosas, y otras muchas, son modos de mortificarnos sin peligro para nuestra salud, sin llamar la atención, y que nos dan gran señorío sobre nuestro cuerpo”. 

(La virtud de la modestia: Modestia de los ojos) 

 El tercer tema: La modestia de los ojos. Hay miradas gravemente pecaminosas que hieren no solamente el pudor, sino también la castidad y la pureza. Hay otras que son peligrosas, cuando, sin razón, fijamos la vista en personas que pueden sernos motivo de tentaciones. Por eso, la Sagrada Escritura nos dice que no debemos fijar los ojos en ninguna doncella para que su belleza no sea motivo de pecado o de riesgo de pecado; literalmente dice así: “Vírginem ne conspicias –no andes mirando doncella-, ne forte scandalizeris in decore illíus –no sea que peques a causa de su belleza-” (Eccli 9,5). 

 El Santo Job dice palabras relacionadas con esto, para cuidar los ojos y la virtud de la pureza, para cuidarse en las tentaciones (o posibles tentaciones): (Capítulo 31,1ss) “1 Pepigi foedus cum oculis meis, ut ne cogitarem quidem de virgine (basándonos en Mons. Straubinger, traducimos con más libertad: Hice pacto con mis ojos, de no mirar doncella)”. 

 Y versículos más adelante, el Santo Job agrega lo siguiente sobre los pecados que se pueden seguir por no cuidar los ojos, por no cuidar lo que uno ve, y no tener la modestia de los ojos: “7 Si declinavit gressus meus de via (Si mis pasos se desviaron del camino), et si secutum est oculos meos cor meum (Y SI MI CORAZÓN SE FUE TRAS DE MIS OJOS)… 9 Si deceptum est cor meum super mulierem (Si mi corazón se ha dejado seducir por una mujer), et si ad ostium amici mei insidiatus sum (y si anduve acechando a la puerta de mi amigo)… 3 11 Hoc enim nefas est (Esto es cosa nefanda), et iniquitas maxima (y la máxima iniquidad)”. 

 Leemos ahora otro fragmento del autor francés. Las palabras que van a escuchar fueron dichas hacia 1920; qué diría hoy este sacerdote: “Y ahora, cuando la licencia en las exhibiciones [¿cómo andamos hoy en día con las exhibiciones, con las mujeres que se muestran?], cuando la inmodestia en el vestir, la procacidad de las representaciones teatrales [nosotros diríamos -además del teatro-: cuando la procacidad del cine, la televisión, las novelas, el internet, los videos, y la última moda: la gente que se saca fotos o se filma a sí misma o se muestran en vivo a través del internet y con las “camaritas” de sus computadoras”, ¡qué vergüenza!]… [ahora, cuando esas cosas:] nos cercan por todas partes de peligros, ¿qué recato no habremos de tener para no caer en pecado?” 

 Por eso, el católico de verdad, el que quiere salvar su alma cueste lo que cueste y santificarse, va más allá, y para no rendirse ante el deleite sensual, no sólo practica la modestia de los ojos, sino que mortifica SU CURIOSIDAD, por ejemplo: evitar el andar mirando rostros y formas, el asomarse por la ventana para ver quiénes pasan, para ver (o hasta espiar) por su ventana a otras personas, y tantos otros movimientos de curiosidad que tenemos a través de nuestros ojos. 

Piensen también que, por curiosidad, por ver lo que no tenía que ver, el Rey David cayó en fornicación, adulterio, intento de confundir la paternidad de un embarazo, y asesinato de un fiel servidor por haber pecado con la esposa de este último. Aun así, miren lo que puede hacer la gracia en nosotros, que a pesar de semejantes pecados, el Rey David después se terminó convirtiendo en un santo. 

Pero escuchemos ahora el relato de su pecado, que comenzó por haber usado mal sus ojos, por haberse puesto a ver lo que no tenía que ver: (II Reyes, ó II Samuel, capítulo 11,2ss) “2 Una tarde, cuando David se levantó de su cama y se puso a pasear sobre el terrado del palacio real, vio desde el terrado a una mujer que se estaba bañando. La mujer era muy hermosa. 3 David hizo averiguar quién era aquella mujer. Le dijeron: Es Betsabee, hija de Eliam, mujer de Urías, el heteo. 4 Entonces David envió mensajeros y la tomó; y llegada que hubo a su presencia se acostó con ella, apenas purificada de su inmundicia. Luego ella volvió a su casa, 5 y habiendo concebido mandó aviso a David, diciendo: Estoy encinta”.

En fin; ¡cuántas cosas!… Y al revés de todo esto, piensen en la modestia que tendría San José, en la modestia de su comportamiento, de su cuerpo, de sus vestidos, de sus miradas. Piensen cómo todas estas cosas se relacionan con la humildad y con la pureza, y son necesarias para estas dos. Pidamos, en esta Fiesta de San José, pidamos a él, que podamos tener estas virtudes: modestia en nuestros comportamientos, en nuestros cuerpos, en nuestra vestimenta, en nuestros ojos, en lo que vemos; y también la virtud de la humildad y la virtud de la pureza. 

AVE MARÍA PURÍSIMA.